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Por Albert Fonse ()
En agosto de 2025 se vivió en Asia como un mes de tambores de guerra. El continente mostró en pocos días la velocidad con que se está armando, mientras las tensiones políticas y militares se acumulan como nubes de tormenta.
China, India, Taiwán, Japón, Rusia, Corea del Norte, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda protagonizaron una coreografía inquietante. Cada movimiento parece preparar el terreno para un choque mayor.
China abrió el mes con la incorporación del buque de asalto anfibio CNS Hubei, un coloso Tipo 075 de 40 mil toneladas asignado a la Flota del Mar Meridional. Esta flota es la misma que vigila el estrecho de Taiwán. El mensaje fue claro: Pekín está dispuesto a mostrar que cuenta con las herramientas para un desembarco a gran escala.
No se limitó a las aguas del Pacífico, también reforzó patrullas en la frontera del Himalaya. Así, reavivó la disputa con India y estrechó su cooperación militar con Pakistán mediante maniobras en el mar Arábigo.
India respondió con contundencia. El 30 de agosto, la Armada comisionó dos fragatas furtivas en un mismo acto, el INS Udaygiri y el Himgiri. Fue un hito que multiplica su capacidad naval frente a la amenaza combinada de China y Pakistán.
El país también inauguró en Chennai instalaciones de drones militares, con cinco aparatos listos para operaciones. Además, presentó el centro Agnishodh, orientado a entrenar soldados en guerras híbridas donde la inteligencia artificial y los sistemas autónomos serán decisivos.
Taiwán, en la línea de fuego directa de Pekín, aprobó el 21 de agosto un aumento del 23 % en su presupuesto de defensa para 2026. Este incremento lo llevará al 3,32 % de su PIB, con la meta de alcanzar un 5 % en 2030.
El 20 de agosto inauguró la Universidad Nacional de Defensa Médica, diseñada para preparar a médicos y tropas ante escenarios de combate.
El 29 de agosto, el presidente Lai Ching-te recibió a una delegación estadounidense encabezada por el senador Roger Wicker. Juntos, discutieron la producción conjunta de drones y armamento. Cada gesto fue un recordatorio de que la isla no espera pasivamente. En cambio, se fortalece de manera acelerada.
La península coreana fue escenario de una de las tensiones más explosivas del mes. Corea del Sur presentó el 5 de agosto su primer radar AESA de producción nacional, destinado al caza KF-21 Boramae. Este radar tiene capacidad de rastrear múltiples objetivos a más de 150 kilómetros.
El 18 de agosto dio inicio el ejercicio conjunto Ulchi Freedom Shield 25 con Estados Unidos, movilizando decenas de miles de soldados en simulacros de guerra total.
Corea del Norte reaccionó con demostraciones propias: el 23 de agosto Kim Jong-un supervisó el lanzamiento de nuevos misiles antiaéreos. Además, el 31 de agosto inspeccionó una moderna línea de producción de misiles que promete acelerar la fabricación en serie.
En paralelo, se confirmó que el dictador norcoreano viajará a Pekín para reunirse con Xi Jinping en los primeros días de septiembre. Esto convierte a la península en epicentro de una coalición hostil a Occidente.
Japón no permaneció inmóvil. El 7 de agosto recibió en la base aérea de Nyutabaru los primeros tres cazas furtivos F-35B. Estos aviones están diseñados para operar desde portaaviones ligeros. El 29 de agosto, adelantó a 2026 el despliegue de los misiles de largo alcance Type-12, con alcance de mil kilómetros. Mientras tanto, en Tokio atracaba el portaaviones británico HMS Prince of Wales, símbolo de alianzas cada vez más visibles en el Pacífico.
Australia, el 4 de agosto, concretó un acuerdo para dotar a su marina con once fragatas Mogami en cooperación con Japón. Esto refuerza su papel como contrapeso en el sur del océano Pacífico.
Nueva Zelanda, de manera más discreta, avanzó en la compra de helicópteros de patrulla y participó en maniobras conjuntas. Esto recuerda que incluso las naciones más alejadas ya sienten la presión de la escalada.
Rusia, aunque centrada en la guerra en Ucrania, mantuvo su huella en Asia. Su fábrica de drones en Alabuga alcanzó plena capacidad en agosto, produciendo miles de aparatos Shahed cada mes. Mientras tanto, se reforzaba con defensas antiaéreas para resistir ataques ucranianos.
Esa producción se convirtió en moneda de cambio con Corea del Norte. Se realizó un intercambio de drones, municiones y apoyo militar que ilustra la interconexión de estos frentes.
La conclusión es inevitable: cada país de la región se mueve no solo por iniciativa propia, sino como respuesta a los demás.
China empuja hacia Taiwán, India y Japón refuerzan sus defensas, Corea del Sur y Estados Unidos ensayan la guerra. Corea del Norte produce misiles y se abraza a Pekín. Taiwán acelera su gasto y busca aliados. Australia y Nueva Zelanda se alinean en el Pacífico, mientras Rusia extiende su influencia mediante drones.
Los frentes se dividen con claridad, los bloques se consolidan y las tensiones se intensifican.
Agosto de 2025 no fue un simple mes de maniobras. Fue un recordatorio de que Asia camina hacia una fractura peligrosa, donde cualquier error puede convertirse en el detonante de un conflicto de escala global.