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Por Luis Alberto Ramirez ()

Miami.- Desde hace años, el régimen cubano ha hecho llamados públicos para que los cubanos en el exilio inviertan en la economía nacional. Alegan una “actualización del modelo socialista” o “apertura controlada al capital privado”. Muchos, en especial aquellos con vínculos emocionales con la isla o que desean contribuir a la mejora económica del país, interpretan esto como una oportunidad legítima. No obstante, en la práctica, el régimen nunca ha garantizado seguridad jurídica, libertad económica, ni transparencia institucional.

El caso de Cuspinera se encuadra en la figura clásica del tonto útil. Este concepto describe a personas que, con buenas (o ingenuas) intenciones, terminan legitimando o colaborando con un sistema autoritario que finalmente los traiciona. Al ignorar el contexto represivo y la historia del régimen, Cuspinera se convirtió, voluntaria o involuntariamente, en un instrumento propagandístico del gobierno. Esto fue así hasta que dejó de ser útil o cometió algún acto considerado una amenaza por el poder.

Aunque Cuba ha permitido ciertas «mipymes» (micro, pequeñas y medianas empresas), lo ha hecho de forma altamente selectiva. Limita severamente la autonomía de estos actores y asegura que no representen competencia política o económica. La experiencia demuestra que quien invierte sin ser parte del círculo de poder o sin someterse completamente a él, corre el riesgo de que sus negocios sean confiscados. Además, sus cuentas pueden ser congeladas y su integridad física comprometida.

Las contradicciones de Cuspinera

La historia reciente está llena de ejemplos de empresarios nacionales y extranjeros que han sido perseguidos, incluso luego de haber sido recibidos con alfombra roja. El caso de Cuspinera parece encajar en esta lógica. No solo ha sido encarcelado sin cargos públicos claros ni juicio, sino que ha pasado años en prisión arbitraria. Esto constituye una violación flagrante del debido proceso y los derechos humanos.

Es legítimo que Cuspinera y su familia pidan auxilio internacional. Sin embargo, hay una contradicción moral que no puede obviarse. ¿Dónde estaba su preocupación por los presos políticos, los activistas del 11J, los jóvenes torturados, los artistas reprimidos y los ciudadanos hambrientos, cuando decidió asociarse con el régimen?

Al parecer, al momento de invertir ignoró o minimizó, los riesgos que otros han denunciado durante años. Se olvidó del carácter criminal del sistema y ahora, al vivir en carne propia el abuso, recurre a las mismas denuncias que antes desoyó. Esto no invalida su sufrimiento actual ni justifica su encarcelamiento, pero sí invita a reflexionar sobre la responsabilidad ética del inversionista en contextos autoritarios.

El caso Cuspinera debe servir como una advertencia clara. Esto va para cualquier cubano en el exilio o inversionista extranjero que considere participar en la economía cubana bajo el actual régimen:

El costo de alinearse con una dictadura

No hay Estado de Derecho: Las leyes en Cuba no protegen al inversionista independiente.

Todo acto económico es político: Si el régimen percibe que un empresario tiene poder, influencia o autonomía, lo neutraliza.

El oportunismo tiene consecuencias: Alinear el interés económico con una dictadura puede tener costos personales y éticos muy altos.

La carta manuscrita de Cuspinera, fechada el 21 de mayo de 2025, y enviada clandestinamente desde prisión, es ahora un testimonio de denuncia. Pero también es un grito tardío. Organismos de derechos humanos y entidades como el Departamento de Estado deben atender este llamado. Deben hacerlo no solo por él, sino como parte de una presión sistemática contra la arbitrariedad del régimen cubano. Aun así, la movilización internacional no puede limitarse a los casos de empresarios influyentes. Todavía hay cientos de cubanos presos sin causa ni voz, desde mucho antes.

Frank Cuspinera no merece estar preso. Sin embargo, su historia es una mezcla de ingenuidad, complicidad económica y egoísmo personal. Su caso es una metáfora de cómo el régimen castrista devora incluso a quienes intentan acercarse con propuestas productivas, si no forman parte de su aparato de poder. Cuspineda trató de llegar al sol por intereses personales y mezquinos, pero mucho antes de llegar, el sol le quemó las alas.

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