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EL RUIDO EN CUBA: QUEJAS Y MÁS QUEJAS

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Por Manuel García Verdecia ()
Holguín.- Cada vez son más numerosas las voces de conciudadanos, entre las que incluyo la mía, que se quejan del incremento viral de la contaminación sonora que estamos padeciendo en el medio en que vivimos. Por distintas vías como cartas a periódicos, emisoras radiales y televisivas, se han elevado protestas por el empleo que hacen vecinos o instalaciones sociales de equipos de audio con la emisión de música a volúmenes desmedidos.
Ya son muy conocidos los estudios hechos por científicos sobre el irremediable daño para la salud corporal y mental que hace el ruido excesivo. Entre otras lesiones, este puede alterar el ritmo cardiaco, la presión arterial, así como generar un mayor estrés que daña el sistema inmunológico de la persona.
Ahora, aparte de las agresiones sonoras que ya teníamos, se ha instalado en nuestras ciudades otra nueva y más agresiva. Me refiero al tránsito por la ciudad de medios de transporte, fundamentalmente motocicletas, que a cualquier hora del día, la noche o la madrugada pasean por nuestras calles con estrepitosos bafles que inundan, con un tipo genérico de música, nuestro entorno vital sacudiendo nuestras casas y nuestros sentidos.
Cubano sorprende a Yomil con sistema de música en su moto eléctricaNo hablaré de la calidad de la ‟música” pues, aunque me parezca horrible, cada persona tiene derecho a escuchar lo que crea, solo que no tiene ningún derecho a obligar a los demás a oír lo que él o ella eligen para su entretenimiento.
He enviado ya dos mensajes al periódico provincial, que se han publicado, y he visto los de otros ciudadanos que reclaman lo mismo. Sin embargo hasta el día de hoy no he observado ni he sabido de alguna acción de control sobre el problema.
Es necesario apuntar que tal acto no es solo una muestra de falta de urbanismo y de irrespeto a la tranquilidad ciudadana de parte de las personas que así actúan, sino que es un índice que permite valorar el estado de la ética y la cultura de nuestra sociedad.
Tengámoslo en cuenta. Esperamos que quienes tienen el encargo social de tomar cartas en el asunto lo hagan debidamente. ¿Estaremos condenados a vivir cada vez más bajo el asedio de un bombardeo de ruido rítmicamente demoledor? ¿Tendremos que resignarnos las personas decentes a los desmanes de los desconsiderados?

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