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Por José Manuel González Rubines (CubaXCuba)
Foto: Sasha Durán / CXC
La autofagia, acto de devorar partes de uno mismo, puede parecer desconcertante a los humanos. Sin embargo, no son pocas las especies que la practican. Además de pequeños organismos, reptiles y anfibios, hay reportes de zorros, osos e incluso primates que llegan a arrancarse y alimentarse de sus extremidades si estas quedan atrapadas o resultan dañadas. Tal comportamiento constituye una reacción desesperada por sobrevivir. En muchas ocasiones, este acto conduce a la muerte por infecciones o invalidez. Es un proceso extremo y generalmente inútil. Finalmente, termina ocurriendo lo que intenta evitarse.
Si extrapolamos el concepto a lo político, el régimen cubano transita por una fase autófaga. Su evolución lo ha llevado a ese punto. Comenzó siendo un régimen de dependencia externa —atado a la Unión Soviética y los países socialistas primero, y a Venezuela después— y ha derivado, ante la falta de «patrocinadores extranjeros». Ahora, es un régimen extractivista que, ante la carencia de recursos naturales, explota a su población y a su cada vez más nutrida diáspora.
La subida de los precios del servicio de Internet es el último capítulo hasta ahora escrito de esa tragedia. Una fuente cercana al gobierno cubano identificó sus objetivos hace alguno días en el sitio Café Fuerte. «El cambio de tarifa por fin materializa un muy viejo anhelo del gobierno: no proveer o suprimir el acceso a Internet, o limitarlo al máximo, y tratar de materializar su esperanza de generar divisas para su bolsillo descapitalizando a las empresas que las producen».
La generación de tales divisas se hará usando a la población dentro de Cuba como rehén para transmitir un mensaje a la diáspora: «Quien quiera comunicarse con su gente en la isla, que pague por ello». Sin embargo, el mensaje no es nuevo. El sistema de empresas vinculadas en muchos casos a figuras del poder que gestionan envíos de productos básicos, como alimentos y aseo, sigue la misma línea. Las tiendas en MLC han comenzado gradualmente a mutar a USD.
Una noticia de inicios de abril, que pasó casi desapercibida para la mayoría, agrava la situación. Demuestra que la vocación extractivista —por no decir mafiosa o gangsteril— del poder cubano, no se enfoca solo en su población. Según EFE, varias empresas extranjeras fueron informadas de que no podrían repatriar las divisas que tenían en cuentas bancarias en el país. Algunas cuentas ascendían a millones de dólares.
¿Cuáles son los resultados de dichas medidas? De acuerdo al informe Panorama de Inversión Española en Iberoamérica, solo el 1% de las empresas españolas con presencia en Latinoamérica se mostró dispuesta a invertir en Cuba en 2024. La causa fue la inseguridad jurídica y las infraestructuras deficientes. En 2023 —último año del que se disponen datos en los anuarios de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información—, el 32,57 % del intercambio comercial de mercancías se realizó con Europa, y de esa cifra, el 43,04 % correspondió a España. Esto sugiere que, si el principal socio comercial de Cuba en el Viejo Continente muestra una disposición mínima (casi nula) a invertir, otros socios internacionales podrían estar siguiendo la misma tendencia.
Las medidas implementadas por el régimen reflejan una estrategia de supervivencia económica que subraya la insostenibilidad a largo plazo del modelo cubano. Este enfoque puede considerarse un «colapso estructural controlado». El sistema, para seguir existiendo, se ve forzado a adoptar métodos cada vez más depredadores y limitados. El resultado último es evidente.
El proceso es autodestructivo. La inversión extranjera disminuye, lo que reduce la disponibilidad de capital fresco. La población se empobrece y las brechas de desigualdad se amplían. Por otro lado, las infraestructuras siguen deteriorándose. Una situación económica y social tan desfavorable, augura un aumento de la criminalidad y un empeoramiento del escenario político.
A esto último contribuye considerablemente la cancelación de un recurso al que el gobierno cubano ha recurrido en disímiles ocasiones: estimular la emigración como válvula de escape en momentos de tensión social. Las medidas de la administración Trump cierran esa posibilidad, por lo cual es lógico presuponer una radicalización de manifestaciones de oposición. Estas podrían incluso ser violentas dada la habitual respuesta represiva del gobierno.
Todo ello afectará gravemente al que se pensaba motor de la economía cubana, el turismo. En los primeros cuatro meses de 2025, el turismo experimentó una caída del 27,6% en comparación con el mismo período de 2024. Si el de El Rey León era el ciclo de la vida, este es el del colapso, la acelerada marcha hacia el abismo.
La estrategia extractiva es propia de regímenes no democráticos. Venezuela bajo Hugo Chávez y Nicolás Maduro es un ejemplo claro. El modelo económico basado en la explotación petrolera permitió financiar la permanencia en el poder. Sin embargo, con la caída de los precios internacionales, las sanciones de Estados Unidos y la mala gestión económica, el sistema comenzó a desmoronarse. La Sudáfrica del apartheid, por otro lado, tuvo un modelo basado en la explotación de la población negra y la riqueza mineral del país. El trabajo cuasi esclavo permitió a la élite blanca mantenerse en el poder. No obstante, la desigualdad, la represión política y el aislamiento internacional terminaron por llevar al país al borde del colapso.
La del régimen cubano es, por tanto, la «crónica de una muerte anunciada». No obstante, como se ha visto, es muerte doble: primero muere la sociedad que es parasitada, después morirá el régimen parásito. Si la tendencia no se revierte, cuando el régimen colapse quedará poco que salvar.
En 1897, cuando el alcalde de Güines se reunió con Valeriano Weyler para exponerle la situación causada por la Reconcentración en su villa y pedirle ayuda, este le respondió: «¿Dice usted que los reconcentrados mueren de hambre? Pues precisamente para eso hice la reconcentración». El desprecio y la crueldad de la respuesta del Capitán General refleja la lógica de los sistemas despóticos: no les interesa el bienestar de los gobernados —ni siquiera su vida—, sino la conservación del poder.
Igual que ocurrió en los últimos años del dominio español, el colapso del régimen cubano, tal como ha sido hasta ahora, comenzó, y su final parece inevitable. Sin embargo, la muerte social también está en curso. La historia demuestra que solo la acción colectiva y decidida puede transformar sistemas así y frenar la autofagia. En momentos como el actual, más allá de las diferencias entre cubanos, como recomendaba Félix Varela, «hay que pensar como se quiera, pero operar como se necesita».