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El problema no es uno de los Castro

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Por René Fidel González García ()

Santiago de Cuba.- El problema no es que uno de los Castros haya venido desactivando poco a poco los filtros. Muchos creen que son pertinentes a la biografía de su apellido, a su membresía a una élite de intocables. También al mantenimiento de la ficción que nos ha permitido ignorar la historia de acumulación, transmisión y disfrute de riquezas, privilegios, ventajas, impunidad y poder que ocurrió. Mientras en Cuba se reivindicaba e imponía un destino de sacrificio y de pobreza en nombre de la igualdad.

Él, de muchas formas, es absolutamente mejor que nuestra hipocresía, y nuestra cada vez menos versátil y coherente capacidad de autoengaño. Sin embargo, no es, ni será, el problema.

Mamá me enseñó de niño algunas cuestiones que no he olvidado.

Una vez me dijo que para ella la política era la oportunidad de crear condiciones. Era la posibilidad de hacer el bien a la mayor cantidad de personas.

Ella fue maestra toda su vida y creo que hizo política – tal como la entendía – desde que siendo muy joven, se fue de voluntaria a alfabetizar a la Sierra Maestra.

Hay que persistir en el sueño

De niño tuve el sueño de hacer el bien a otra escala que la que lo hizo mamá. Y aunque fui maestro yo mismo, nunca renuncié a esto.

Hoy entiendo perfectamente que, lo que nos es negado a muchos hombres y mujeres en Cuba, es la razón. Por eso nos discriminan, persiguen y castigan. Es por tener la vocación de intentar hacer el bien. Además, por tener la vocación de intentar cambiar la vida de nuestros compatriotas, a través de esa oportunidad para hacerlo que es la política.

No he renunciado, ni renunciaré a ese sueño. Mientras otros suben para sus redes sociales fotos de lo que no es el verdadero problema – al menos para muchos de nosotros – yo compartiré una. Será desenfocada, aturdida, elocuente, que encierra en sus sombras crudeza y actualidad, la metáfora de nuestros auténticos problemas.

A las cinco y media de la madrugada. En Santiago de Cuba. Una mujer y una niña. La mujer trabaja, barre la calle, la niña mira a ningún lado, espera.

Es preciso persistir en el sueño. Mi vocación es la política en la que esa niña – o cualquier otro – deje de esperar por nosotros.

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