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El primer selfie de la historia

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Mucho antes de los filtros y los teléfonos inteligentes, ya existía alguien que quiso capturar su propio rostro. En 1839, un joven químico de Filadelfia llamado Robert Cornelius colocó su cámara en la trastienda de su familia, quitó la tapa del objetivo y permaneció inmóvil durante casi un minuto. Cuando terminó, escribió en el reverso de la placa: “La primera fotografía con luz jamás tomada”.

Había nacido el primer selfie del mundo.

Cornelius dirigió después un estudio fotográfico donde retrató a los más acaudalados de su ciudad, pero pronto abandonó el arte para dedicarse a los negocios familiares. Inventó una “lámpara solar” que usaba manteca de cerdo en vez de aceite de ballena, y más tarde una lámpara de queroseno que lo hizo prosperar… hasta que otros inventores lo superaron con modelos más baratos y eficientes.

Su autorretrato quedó olvidado durante más de un siglo, hasta que un bibliotecario lo redescubrió en 1975 entre los archivos de la Sociedad Filosófica Americana.

Irónicamente, el mundo ya hablaba de “selfies”. En 2002, un joven australiano publicó una foto de su labio cosido con la frase “perdón por el enfoque, era un selfie”. En 2013, el diccionario Oxford incorporó oficialmente el término.

Y así, lo que comenzó como un experimento solitario en 1839 se transformó en un gesto universal: mirarse a uno mismo, detener el tiempo y decir, sin palabras, “aquí estoy”. (Tomado de Datos Históricos)

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