Por Gretell Lobelle ()
Lindo y poderoso inicio de semana para la tribu de tallas grandes.
Matanzas.- Es increíble lo que a la gente le cuesta conectar la lengua con el cerebro. Hay días en que amanezco con el modo contemplativo a tope. Días en los que se me tambalea la autoestima y me veo dando explicaciones que nunca debería dar. Esos días no son buenos para mí porque me veo olvidando todo en lo que tanto trabajo.
Hay otros días que amanezco con el venenillo desbordado. Con la honra y el respeto a mis cuerpos físico y sutiles a full. Días que no dejo pasar una. Un día de esos decide aparecer en mi chat una persona con la que hace como 20 años tuve un affaire.
«Estás lindaaa en esa foto… estás gordita, con muchísimas libritas de más.»
Tenemos una diferencia de edad de 25 años. Llega a mí después de dos décadas sin saber uno del otro y ese es su primer comentario. Las palabras en diminutivo ¿deberías interpretarlas como cuasi halago? ¿Como si el diminutivo les restara significante al canon?

Puedo entender su asombro. Cuando tenía 25 años, en los días de nuestro noviazgo, pesaba 120 libras. Veinte años después tengo sesenta libras más en mi cuerpo. Lo que no puedo entender es que en la conversación de quienes llevan dos décadas sin comunicarse se marque alrededor de cinco veces el peso del otro.
Las personas no tienen idea del poder de las palabras. Las palabras encierran una energía poderosa. Las palabras arropan, sustentan o destruyen. Hay tanto hermoso para decirle a un humano. Hay tanto extraordinario, amoroso, sutil, tierno, reparador y sanador para decirle a una mujer.
Me dejo llevar por el entusiasmo del encuentro. Cuando pienso en las personas con las que he tenido un vínculo amoroso o sexual nunca es desde el mal rollo. A cada acto de entrega siempre he ido con todo y sin medida. Mis historias están cargadas de afecto en estado puro.
Converso con la alegría de ponernos al día, obviando en esos primero minutos su sorpresa de mi nueva talla. Hay un comportamiento del otro que me hacen reactiva. Se que debo trabajar en ello. Si algo abrazo en este mundo y me empeño en practicar, como preciada cualidad, es la prudencia y la amabilidad, algo que él no está haciendo. Cinco veces que van desde la broma hasta el enjuiciamiento por mi peso es demasiado para tantas cosas que contar.
Entonces se manifiesta la bruja que a veces me posee el cuerpo y el espíritu y suelta: «Chico, es la quinta vez que me dices gorda y lo bueno de la gordura es que se elimina con disciplina y ejercicios, 70 años no pueden eliminarse y ya se sienten en la pinga.»
Manito en la cintura 35 y 48.
Al margen:
-Para los que después por interno me apuntan que tengo un problema con el peso y tal desde el muerto psicoanalista que les asiste, ¡sì! lo he tenido, trabajo en ello pero más que eso, estos textos son míos y de aquellas personas que transitan por el valle de la decepción y no la están pasando bien.
-No tengo ningún bateo con los 70 años de nadie. menos prejuicios. Yo los quiero tener, lo que pasa que a una le dan sus eferecías de ‘mirate el rabo antes de juzgar’.
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