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Por Albert Fonse ()

Cuba es hoy como un volcán dormido al que le tiemblan las paredes por dentro. El calor está, la presión crece, el humo se filtra por las grietas… pero la lava no termina de salir. Todos lo saben. Lo sienten todos. Todos lo dicen.

—“Si se forma otro 11 de julio, yo me tiro.”

—“Solo falta que se prenda la chispa.”

—“Estoy al tirarme.”

La isla está llena de pólvora emocional, pero todos parecen esperar que otro la encienda. Nadie quiere ser el primero, mientras la dictadura sigue caminando como si nada, confiada en que el miedo nos mantiene en pausa.

La libertad no se organiza con calendario ni permiso. Se siembra poco a poco, se empuja, se calienta. Una protesta masiva no se espera: se provoca. Eso comienza con pequeñas acciones, solitarias, creativas, valientes, que conviertan cada esquina en un foco de tensión, de conciencia y de rabia.

No hay que esperar a que salga toda Cuba. Empieza tú.

Quema la basura, no solo limpias tu cuadra, también envías un mensaje.

Tranca la calle con lo que encuentres: ramas, piedras, escombros.

Haz ruido en los apagones. Que el caldero sea el tambor de la rebeldía.

Pega carteles. Pinta en las paredes. Riega el barrio con verdades.

Hazlo en la oscuridad. Con inteligencia. Hazlo por todos.

Cada pequeño acto rompe la normalidad. Cada vez que lo haces, otro más se anima.

Así comenzó todo en la historia

En París no se cayó la Bastilla con una manifestación planeada. Alguien tiró la primera piedra.

En Túnez no hubo pancartas previas: hubo una inmolación, y el fuego corrió.

El muro de Berlín no cayó con discursos: cayó cuando la gente dejó de pedir permiso.

Cuba necesita dejar de esperar el momento ideal. El momento es ahora. El actor eres tú.

No esperes que miles salgan para tú salir. Sal tú, y harás que salgan miles.

No esperes que otros den el primer paso. Da uno tú, y el camino se abrirá.

Que la policía no siga caminando tranquila. Que no sepan en qué esquina hay fuego, cartel o barricada.

Cuando llegue la gran manifestación, porque llegará, cúbrete el rostro, lleva agua, algo para defenderte, pero sobre todo, lleva la determinación de no volver a casa sin haber empujado la historia hacia la libertad.

No esperes la señal. Sé tú la señal. No esperes el grito. Sé tú el grito.

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