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Por Datos Históricos
La Habana.- En 1942, mientras la mayoría de los niños de doce años jugaban al béisbol o hacían sus tareas, Calvin Graham se levantaba temprano cada mañana para afeitarse. No tenía barba, pero sí un propósito: prepararse para mentir.
Con una voz ensayada y una fecha falsa memorizada, falsificó la firma de su madre y se presentó en la oficina de reclutamiento. En medio del caos del reclutamiento masivo de la Segunda Guerra Mundial, nadie se dio cuenta. Así, un niño de doce años se convirtió en soldado de la Marina de los Estados Unidos.
Fue asignado al USS South Dakota, y en noviembre de 1942 participó en la brutal batalla de Guadalcanal. Los proyectiles caían como lluvia ardiente, el acero se derretía, los hombres gritaban. Calvin fue herido por metralla, pero no huyó. Con el cuerpo ensangrentado, rescató a marineros adultos entre el fuego y las explosiones. Aquel niño pequeño arrastró a hombres que le doblaban el tamaño. Salvó vidas.
Tenía doce años.
Por su valor, recibió la Medalla del Corazón Púrpura. Pero la gloria duró poco. Su hermana, temerosa por su vida, escribió al gobierno revelando su verdadera edad. La Marina lo dio de baja por “alistamiento fraudulento”, le quitó sus medallas y lo borró de los registros. Pasó de héroe a inexistente.
Durante décadas, Calvin vivió con las heridas del cuerpo y del alma. Luchó contra la burocracia que se negaba a reconocer su sacrificio. Trabajó en empleos humildes, contando su historia a quien quisiera escucharla.
En 1978, el presidente Jimmy Carter le devolvió su Corazón Púrpura. Aun así, nunca recuperó del todo los honores que merecía. Murió en 1992, a los 62 años, con el mismo espíritu que lo había llevado a la guerra: la convicción de que su deber era servir.
Calvin Graham mintió sobre su edad, sí. Pero no mintió sobre su valentía.
Fue un niño que creyó que su país lo necesitaba más que su infancia.
Y aunque el gobierno intentó olvidarlo, la historia no lo hará.