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EL MUNDO EN SHOCK: EL DUEÑO DE LA FIESTA Y LOS CAMAREROS DECIDEN DEJAR DE SERVIR GRATIS

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Por Hiram Caballero ()

Durante décadas, Estados Unidos compró a todos, sostuvo déficits colosales y mantuvo a flote la economía global, mientras otros países disfrutaban de la comodidad de exportar sin restricciones y de ventajas injustas.

De hecho, el ascenso económico del régimen comunista chino es, en gran medida, resultado directo de la política comercial estadounidense.

Ahora que Trump propone reciprocidad en los aranceles —una medida que busca reindustrializar el país y recuperar empleos—, el capital especulativo entra en pánico, las bolsas se desploman y los parásitos geoeconómicos se desesperan.

Pero, en el fondo, el pánico no se debe al supuesto “caos económico”. Se debe al fin de la fiesta gratuita.

¿La mejor manera de explicarlo? Una caricatura: Imagina una fiesta lujosa en un gran salón. ¿Los invitados? Los países del mundo. ¿El anfitrión y los camareros? Por supuesto, Estados Unidos.

Durante décadas, esos camareros sirvieron champán, caviar y exquisitos aperitivos —todo a crédito o incluso gratis.

El dueño se cansó

Los invitados brindaban, bailaban, aplaudían la generosidad americana… y todavía se quejaban de la temperatura del vino. Hasta que, un día, el dueño de la fiesta se cansó.

Ordenó a sus camareros cobrar un precio justo. Se quitó el esmoquin, se puso una chaqueta de mezclilla, tomó el micrófono de la banda y anunció: “A partir de ahora, cada quien paga lo que consume. Y si quieren vender aquí, también tendrán que comprar aquí.”

El salón quedó en silencio. Los especuladores dejaron caer sus copas.

Los burócratas escupieron el foie gras. La orquesta de los mercados financieros perdió el ritmo.

De pronto, el anfitrión y sus camareros pasaron a ser “los villanos”. Pero en el fondo, todos sabían que la fiesta se había vuelto insostenible. Solo que nadie quería ser el primero en marcharse.

La justicia, cuando llega, suele incomodar a quienes siempre vivieron del privilegio y a costa de otros. Pero quizá ha llegado la hora de que el mundo aprenda a pagar su propia cuenta.

Y hay que decirlo: Trump fue honesto desde el inicio. Ya en su campaña anunciaba que esta fiesta a expensas de Estados Unidos se acabaría.

Lo más surrealista —y casi cómico— es ver a los ideólogos de izquierda amenazando con “represalias”.

Es como un mendigo que se queja porque su benefactor ha reducido las donaciones, debido a que su familia creció y sus gastos también.

El mendigo exclama indignado: “¿Vas a hacer recortes… ¡con mi dinero?”

Ese es el nivel de cinismo que el mundo está presenciando hoy.

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