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Por Laritza Camacho
La Habana.- Recuerdo que, una vez, una rata enorme se coló en mi casa. Mi perro Otoprin salió disparado tras ella en una persecución, pasillo alante. El roedor estaba en desventaja. Mi perro, atlético y musculoso, estaba listo para saltar sobre ella.
Sucedió que, cuando parecía pan comido, a la rata se le acabó el pasillo. La carrera la llevó directo hacia una pared. No tenía salida, no podía escapar.
En ese momento, la rata se volteó rápido con todo su cuerpo y valentía, atacando a mi perrito. Del impacto y la sorpresa, logró voltearlo boca arriba, anularlo. Así, salvó su vida y hasta su dignidad.
Nunca más la vimos. Pero ese día comprendí que uno puede vivir con miedo como un ratón. Hasta que te quedas sin salida y tienes que enfrentarte con todo, a tu perseguidor.
La pelea es de león contra mono, pero el mono no está amarrado. Le están haciendo creer que lo mejor que hace es abandonar su selva. Esto es para después talarla hasta los cimientos.
Lástima da también el león que no se da cuenta que, una vez desaparecida la selva, tampoco podrá seguir siendo rey..