Por Esteban Fernández Roig
Miami.- En el parque central de Güines había un mulatico limpiabotas que era afectuoso, chévere, yo lo trataba a las mil maravillas y él reciprocaba el trato, casi me parecía que éramos amigos.
Un día me dijo: “Ecobio -así me llamaba él- no sé si a usted le molestará esto, pero mi familia y yo somos batistianos”.
Y le respondí: “No, en lo absoluto, pero ¿y eso porqué, campeón?” Y me dijo para mi sorpresa: “Chico, porque él es niche igual que yo”. Y le dije en tono de coña remedando al general: «¡Salud, salud, salud!» Ambos nos reímos.
Llegábamos al extremo de que yo llegaba al parque sin un centavo y cuando él me partía para arriba yo le decía: “Hoy no, mi socio, estoy arrancado”. Él hacía caso omiso a eso y me decía: “No te preocupes yo te doy un pañazo”. Y ahí se encarnaba en darle brillo a mis zapatos. Yo se lo agradecía muchísimo.
Pero, resulta que en enero del 59 triunfa la barbarie y el limpiabotas se perdió del pueblo por más de 10 días. Yo pensé: “Contra, de verdad que eran batistianos, su padre debe estar preso en La Cabaña”.
Que equivocado yo estaba: El jovencito se apareció en el pueblo de completo uniforme verde olivo satinado, botas, pistola en la cintura y encasquetado un sombrero Stetson como el de Camilo.
Fue -y es todavía- la única vez en mi vida que yo le extiendo la mano a alguien para que fuera estrechada y me la rechazó.
Me sorprendió ese desaire -en primer lugar- porque yo pensaba que éramos cúmbila; dos, porque en realidad me había dado alegría que de sopetón hubiera prosperado.
Tanto así que le pedí explicaciones: “¿Qué pasa campeón, te hice algo”? Y molesto me respondió: “Oye, blanquito ¿Te parece poco que por años yo he tenido que hincarme a tus pies para limpiarte tus cochinos tacos, y a veces ni me pagabas?”
Me quedé frío e iba a recordarle 20 momentos y detalles de lo bien que siempre me había portado con él y viceversa, pero rápidamente pasé de la sorpresa inicial al enojo total y le dije: “¡Por mi te puedes ir para casa del carajo, negro batistiano, me cago en ti, me cago en tu uniforme y me cago en Fidel Castro!”
De ahí en lo adelante se convirtió en uno de mis más vehementes enemigos, y yo de él. Chivato, combatió en Girón, participó en la limpia del Escambray. Han pasado 63 años y yo no lo perdono…
Hace años un buen amigo mío de San Nicolás de Bari, llamado Idelfonso “Fonfi” Domínguez, estuvo de visita en Cuba, lo vio, estaba harapiento. Bien merecido lo tiene por HP.
Y tuvo el descaro de decirle a “Fonfi”: “Dile a Estebita que hizo muy bien en irse de esta mierda”.
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