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El gran engaño: la crisis sanitaria que Cuba oculta al mundo

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Por Anette Espinosa ()

La Habana.- La crisis sanitaria que vive Cuba hoy es el resultado de la convergencia de un sistema de salud fracturado, desastres naturales y una gestión gubernamental opaca que prioriza la negación sobre la solución.

La situación actual es catastrófica, con un sistema colapsado que no puede dar respuesta a epidemias de enfermedades como el dengue y el chikungunya, que según las autoridades han afectado a aproximadamente un tercio de la población, lo que se traduce en alrededor de tres millones de enfermos.

La infraestructura de salud en Cuba se está desmoronando literal y figurativamente. Un total de 385 instalaciones de salud reportaron daños de distinto tipo e intensidad tras los recientes desastres naturales.

Esta destrucción física se agrava por una escasez crítica de suministros: faltan reactivos para diagnósticos de laboratorio, antibióticos, medicamentos esenciales e incluso insumos básicos para el funcionamiento de los servicios. El sistema, famoso por su historial de cooperación internacional, es ahora incapaz de atender a su propia población, que sufre la carga de un colapso multidimensional.

Epidemia sin control y opacidad

Mientras el país enfrenta una «aguda» ola de arbovirosis, la respuesta del gobierno ha sido caracterizada por la opacidad. Aunque el Dr. Francisco Durán, director nacional de Epidemiología, reconoció que la situación es una epidemia, las autoridades han sido acusadas de minimizar su gravedad.

Lo más revelador es la omisión sistemática del número real de fallecidos, una omisión que alimenta la desconfianza y oculta la verdadera escala de la tragedia. Esta falta de transparencia impide una comprensión real de la crisis y una movilización efectiva de recursos.

La pregunta crucial es: ¿a qué obedece esta negación? No es solo incompetencia; es una política deliberada de proteger una imagen de «potencia médica» a costa de las vidas de los cubanos. Mientras en foros internacionales se presenta a Cuba como un «modelo» de salud, en la isla se ocultan las causas reales de muerte en los certificados, usando eufemismos como «causas cardiorrespiratorias».

Esta doble moral es letal: el gobierno prioriza su reputación política por encima del bienestar de su pueblo, negando la emergencia para no admitir su fracaso.

Contexto de crisis multidimensional

Esta crisis sanitaria no ocurre en el vacío. La economía cubana lleva años en una crisis persistente, con presión inflacionaria y escasez de medicamentos. Una emergencia energética con frecuentes cortes de electricidad y graves problemas de acceso al agua potable en provincias como La Habana y Artemisa crean las condiciones perfectas para la proliferación de mosquitos y la propagación de enfermedades. Además, la migración del personal sanitario ha dejado al sistema sin el capital humano necesario para enfrentar este desafío.

Al final, como siempre, son los ciudadanos comunes quienes cargan con el precio de esta negligencia. Se les pide que no se confíen y que colaboren con el saneamiento, mientras el Estado no es transparente con la magnitud del desastre.

La factura de la opacidad y la incompetencia se paga con vidas, en una crisis que pudo contenerse y que, por la terquedad de un gobierno que dibuja un país que no existe, se ha convertido en una tragedia nacional sin paliativos.

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