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El gobierno cubano se lo juega todo a las redes

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Por Jorge Sotero ()

La Habana.- En Cuba, a finales de agosto, cuando el calor aplasta hasta los pensamientos y la humedad se pega a la piel como un destino, el Partido Comunista -el que gobierna desde tiempos inmemoriales- tiene sus prioridades claras. Muy claras. Tan claras como la leche que no hay, o los frijoles que escasean, o la carne que es solo un recuerdo en la boca de los niños.

Mas, eso no importa ahora. Lo urgente, lo realmente crucial, es tuitear. Responder a la embajada yanqui. Denunciar a Mike Hammer. Difundir el recorrido del Primer Secretario. El partido se ha convertido en una comunidad de vecinos digital, pero en vez de arreglar las goteras, discute sobre el color de la fachada.

Les han repartido la tarea: hay que divulgar homenajes a Fidel por su centenario. Hay que mostrar actividades culturales por el cierre del verano. Hay que reforzar la imagen de la seguridad ciudadana. Todo es imagen. Todo es relato. Como si la vida en Cuba no fuera ya de por sí un acto de fe en un relato que se agrieta cada vez que abres la nevera y solo encuentras el silencio vacío de un electrodoméstico que no enfría porque no hay luz.

Mientras tanto, los niños vuelven a la escuela. Pero el partido no se preocupa de si tienen zapatos o cuadernos; prefiere «reforzar el acompañamiento» con mensajes que hablen del «compromiso de estudiantes y educadores». Es decir: propaganda. Palabras huecas que flotan en el aire caliente de La Habana como globos que nadie sujeta. La educación no se mejora con tuits, se mejora con maestros bien pagados y escuelas donde no se caiga el techo. Pero eso no está en la lista de orientaciones. En la lista está tuitear.

Lo importante es que las cosas parezcan funcionar

Y luego está lo de Venezuela. Y Palestina. Y el bloqueo. Siempre el bloqueo. El bloqueo es el comodín que lo explica todo, la razón última de todos los males, el agujero negro donde se traga cualquier responsabilidad. Claro que el embargo existe. Solo el embargo y claro que duele. Pero no explica por qué el gobierno invierte más tiempo en responder a un tuit de la embajada de Estados Unidos que en resolver por qué no hay leche para los ancianos. Prioridades.

El canciller Bruno Rodríguez Parrilla debe de ser el hombre más agradecido de la isla. Tiene un ejército de militantes digitales dispuestos a difundir sus posiciones. Sus tuits son como consignas sagradas. Mientras, en las calles, la gente resuelve. Resuelve como puede, porque resolver es el verbo más conjugado en Cuba. Resolver la comida, resolver la medicina, resolver la luz. El partido, en cambio, resuelve cómo ganar la batalla de las redes sociales. Una batalla que se libra en un mundo virtual mientras el mundo real se desmorona.

Al final, todo es un gran teatro. Una puesta en escena donde los actores están tan metidos en su papel que ya no distinguen la ficción de la realidad. Dicen que enfrentan el delito mostrando resultados en redes, pero no impidiendo que te roben la bomba de agua. Dicen que apoyan la educación con mensajes, pero no con libros. Es el país del doble espejo: donde lo importante no es que las cosas funcionen, sino que parezca que funcionan. Y si no funciona el país, al menos que funcione el wifi.

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