La Habana.- El término ‘genocidio’ no existía antes de la Segunda Guerra Mundial. Fue creado por un abogado judío, de nacionalidad polaca, nombrado Raphael Lemkin, con el propósito de describir los intentos realizados a principios del siglo XX para destruir naciones y grupos étnicos completos, como lo fue el Holocausto judío.
El término se empleó en los juicios de Nuremberg -1945/1946- en el juzgamiento de los principales líderes y criminales nazis. No se reconoció como delito, sin embargo, sino a partir del 1948.

El genocidio, como concepto jurídico, básicamente afirma los actos dirigidos a exterminar a conglomerados humanos -grupos sociales, etnias- de manera total o parcial.
Hay formas distintas de exterminio que no se refieren a matar solamente, y entre ellas está el causar daños corporales o mentales graves a esos miembros de un conglomerado, o el infligirle a ese grupo, deliberadamente, condiciones de vida calculadas para provocar su destrucción física de modo total o parcial.

La realidad cubana dibuja así todas las circunstancias para entender que desde el Poder se está sometiendo a nuestra nación a actos de exterminio.
La realidad de hombres y mujeres, niños y ancianos, viviendo en condiciones de miseria extrema, sin apenas alimentos, sin electricidad, sin agua, sin sistema de salud ni medicamentos para enfrentar crueles enfermedades, sin medios de transporte, trabajando por salarios de esclavitud que ni siquiera pueden cobrar, entre otras muchísimas circunstancias de hecho, confirman la valides de esa acusación.
Basta de tolerar injusticias. No más manipulación y mentiras. No más dictadura en Cuba
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