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Por René Fidel González García ()
Santiago de Cuba.- Lo significativo es que las instituciones de represión pueden identificar a las personas que, por sus ideas y acciones, pueden constituir un peligro para el sistema político o los intereses que defienden. En consecuencia, intentan disuadirlas, desviarlas de sus propósitos y castigarlas. Ellas entienden perfectamente que ese esfuerzo de singularización y descarte personal al que se consagran es, en términos de certidumbre, una absoluta ilusión.
Agobiados por la comprensión de que todo puede cambiar en un instante de forma radical y catastrófica, intentan la proeza de hacer pasar un método represivo por uno predictivo. La secuencia de gestos, hechos, actos y palabras que desatan un momento de esta naturaleza es imprevisible. Además, es realmente indetenible en sus consecuencias y alcances. Intentan hacer pasar un método mediocre y típicamente intuitivo por un método implacable y eficaz.
No es solo que todo puede cambiar en un instante. Cualquier esfuerzo de definición y anulación de los liderazgos del cambio es, a lo sumo, uno parcial, ineficiente y engañoso.
El verdadero problema que han enfrentado las instituciones de represión y los represores a lo largo de la historia, es que todo cambio es precedido siempre por la transformación de lo que es aceptable para las personas. Es, también, la transformación de lo que es aceptable en una sociedad.
Esa transformación, ese diálogo múltiple y no ubicuo, y ese proceso invasivo y discreto reacomodan y re actualizan expectativas, valores, percepciones y patrones de comportamientos. Ese es el cauce por el que llega a producirse la más poderosa y cautivadora innovación. Es la innovación de la que es capaz una persona, una sociedad: las decisiones distintas.
Lo que se vuelve aceptable en Cuba hoy, es un mapa de lo que ya es inaceptable.
No estás solo.