
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Anette Espinosa ()
La Habana.- Mi compañera de clases Yailin Orta Rivera todavía funge como directora -en el machón- del periódico Granma, a pesar de que hace mucho más de un año no está en funciones.
El machón, para esos que no tienen motivos para saberlos, es ese pequeño recuadro al final del líbelo del Partido Comunista, que nombra al director, los subdirectores y al administrador. Y que en Granma, tanto en la edición escrita como en la digital, se aferra a mantener a Orta Rivera como directora.
Con ese proceder, Granma no solo le falta el respeto a los lectores, sino a sus propio equipo editorial, comenzando por el director en funciones, Dilbert Reyes Rodríguez, un bayamés al que pusieron al frente hasta tanto apareciera alguien.
Nadie quiere ser director de Granma. Los periodistas no son bobos, y bastantes golpes han recibido ya como para asumir semejante responsabilidad, por más que tengan un carro a disposición y gasolina suficiente.
Ninguna de las dos cosas resuelve nada en la Cuba de hoy. Y tampoco compensa, porque en las espaldas del director del referido medio pueden caber ‘los palos’ más grandes jamás vistos. Y también la posibilidad de expiar las culpas de otros.
Si alguno tiene mala memoria, les recuerdo que el periodista estrella de la televisión, aquel que llevaba la agenda de Raúl Castro, primero, y Miguel Díaz-Canel, después, fue expulsado deshonrosamente de los medios.
Me refiero a Boris Fuentes, a quien le dieron una soberana patada en el trasero y no tuvo más remedio que largarse a Argentina, donde vive su hijo mayor, e intentar abrirse camino por allá, con la promesa de no contar las cosas que sabe.
A Fuentes lo largaron porque publicó aquello que dijo Díaz-Canel, luego de una noche de orgías y tras fumarse algo raro, de que «la limonada es la base de todo·. ¿Cómo se le pudo ocurrir a Fuentes llevar aquello a la pequeña pantalla?
Yo sé cómo se le ocurrió: le pareció novedoso, como le parece novedoso a los periodistas del sistema, todo lo que dicen sus superiores.
También recuerdo que de Granma despidieron a una persona decente, como Pelayo Terry, porque no publicó algo relacionado con el moribundo José Ramón Machado Ventura. Olvidó Pelayo una de las reglas no escritas del periodismo oficialista: ‘el periódico es del Partido y Machado era una de las dos principales figuras’.
Con Orta Vera fue diferente. No tuvo nunca la educación de Pelayo. No contaba con el respaldo de los trabajadores, periodistas o no. Solo el más hueleculo del medio, Juvenal Balán, estaba con ella a toda prueba, como mismo estuvo con el ya fallecido Lázaro Barredo, otro despreciable personaje al servicio del castrismo más rancio.
No sé por qué a Yailin Orta Rivera la mantienen como directora. Ya sé que nadie quiere asumir como director, entre los que aún quedan en Granma. Y tampoco se atreven a poner a nadie de otro medio. Y mucho menos a esos que quitan de secretarios del Partido Comunista en las provincias. Ellos saben que esos que vienen de otros lugares son unos corruptos empedernidos y en dos años venderán hasta las puertas de aquel edificio.
Esos no. Y tampoco quieren a Oscar Sánchez. Ni quiere él. Porque Oscar viene de muchos gobiernos anteriores y se conforma con ser segundo al mando en la manada. Él sabe que el lobo jefe lo paga con la vida. Y que de segundo puede permanecer eternamente allí.
Deberían poner a Dilbert en el machón, como hicieron en algún momento con Heriberto Rosabal, uno al que los periodistas querían, y que quitaron para encumbrar a Lázaro Barredo, un secuaz de Raúl Castro y del hermano muerto.
A ver, no es fácil encontrar alguien que quiera condenar su carrera, asumiendo como director de Granma. La Agencia Cubana de Noticias (ACN), llamada otrora AIN, retuvo a Edda Diz varios años porque no tenían sustituto.
Edda estaba ansiosa por terminar, jubilarse e irse a España, pero no había relevo. Al final, un día convencieron al menos esperado, Norland Rosendo González, y entonces Edda pudo decir adiós.
Prensa Latina tienen un director interino. Tampoco nadie quiere asumir en PL, cuya sede corre serio peligro de derrumbe. Y en los otros medios nacionales aguantan los que están, no los dejan irse, porque no hay nadie dispuesto. En los periódicos no hay nada que robar, y donde hubo algo, ya se lo llevaron.
¿Qué hace Yailin Orta Rivera? No lo sé. Lo cierto es que desde hace mucho no está en Granma. O al menos no está presencialmente, aunque sí se puede leer su nombre como directora en el machón del periódico de papel.
Lo mismo ocurre en la página digital, en el «¿Quiénes somos?» que aparece al final, allá donde casi nadie lo ve.
Al menos eso consuela a Juvenal y a algún otro de esos a los que les gusta poner la nariz a la altura de los genitales y aspirar fuerte.
Lo que ocurre con Granma es sinónimo de todo lo que sucede en el país: incapacidad, incoherencia, abulia, desidia… abandono y olvido. A los del departamento ideológico, que supuestamente no tiene jefe aún, se les olvidó que Granma no tiene director.
Es hora de que lo cierren, ¿no creen? O al menos que no se les vaya a ocurrir traer de vuelta a la directora, porque entonces se irían los pocos periodistas que aún quedan.