Por Víctor ovidio Artiles ()
Caibarién.- Eres fumador hace muchos años. Los que no fuman te creen subnormal y piensan que no sabes el daño que te hace ese tubo blanco de papel lleno de picadura de tabaco.
¡Claro que lo sabes! Mejor que ellos, lo sabes. El enemigo, ese ser misterioso, encapuchado, disfrazado, sabe el daño que te hace la falta de nicotina y ha hecho su plan maestro para desestabilizar tu sistema nervioso central.
Fumas cigarros fuertes, que los sientas, que te desgarren, que sea un tubo de escape al revés. Esos cigarros sin sabor a nada son para los otros países. ¡Flojeras de ellos!
Pero el enemigo logró esconderlos, desaparecerlos, encarecerlos, llevarlos a un precio como para extranjeros, pero ellos fuman suaves. Convirtieron la cajetilla con filtro en una jubilación cualquiera.
No has tenido más remedio que fumar suave. El cigarro suave es para el fumador como la croqueta para el carnívoro, o como el calambuco para el tomador. Pero no tienes opción, aunque la lengua te regale un sabor a pegamento.
La solución ideal es estrujar una última cajetilla y salir de eso, pero no sabes manejar el stress ni la angustia, ni la ansiedad, ni el sabor de la croqueta que nunca será como la carne.
No eres subnormal, como creen, pero tampoco lo es el enemigo, ese ser misterioso, encapuchado, disfrazado, que sabe el daño que te hace la falta de nicotina y ha hecho su plan maestro para desestabilizar tu sistema nervioso central.
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