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Por Albert Fonse ()
Ottawa.- Donald Trump habló sobre la supuesta relación entre el Tylenol y el autismo, y yo no me voy a meter en ese asunto médico. Lo que sí merece respuesta es el uso de Cuba como referencia para reforzar su planteamiento. Según dijo, en la isla casi no existe el autismo porque la dictadura no puede comprar Tylenol.
Ese comentario equivale a elogiar indirectamente a un régimen que lleva más de seis décadas hundiendo al país en la miseria. Si falta Tylenol no es por virtud sanitaria, sino por incompetencia, corrupción y saqueo. Nadie le ha dicho a Trump que la cúpula del poder y los turistas extranjeros sí tienen acceso a todos los medicamentos, mientras el pueblo sobrevive en la escasez.
La dictadura cubana manipula estadísticas, oculta enfermedades y censura cualquier dato que contradiga su propaganda. Basar un argumento en cifras salidas de un aparato totalitario es un despropósito.
Trump no menciona a Cuba cuando se trata de hablar de presos políticos, represión o libertad. La menciona solo para respaldar una teoría sin fundamento. A su lado estaba Robert F. Kennedy Jr., socialista declarado, admirador de la Robolución y viejo fanático de Fidel Castro. Esa compañía explica por qué se permite soltar semejante disparate.
Cuba debe aparecer en los discursos internacionales únicamente para denunciar a la dictadura, exigir la libertad de los presos y recordar los crímenes del castrismo. Nunca para legitimar con elogios encubiertos un sistema que se sostiene a base de mentira, represión y privilegios para la élite.