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EL DÍA DESPUÉS

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Por Jorge Sotero ()

La Habana.- Esta mañana, aun sin moverme de la cama, me leí a Javier Bobadilla, y esa forma de contar única y desinhibida suya me generó algunas ideas y muchas más interrogantes, sobre todo las relacionadas con el «Día después», en referencia a ese momento en que caiga de una vez el comunismo.

Lo primero que tengo claro es que habrá un «Día después». El castrismo caerá y aunque yo no tengo la más mínima idea de cuándo ni cómo será, estoy convencido de que ocurrirá. Es más, soy de los que cree ciegamente que ya el castrismo está muerto y que se sostiene por un milagro de equilibrio o por el temor nuestro de ir y darle el empujoncito que necesita.

Pero caerá. La muestra más palpable de que se derrumbará son esas alusiones constantes de sus voceros de que la «revolución sera eterna» o aquella cantante diciendo que durará 62 mil milenios. Están como el esposo traicionado, que no se cansa de decir en público que su mujer es una santa. Va cuesta abajo el castrismo y en algún momento cercano terminará por hundirse.

De un día para otro, aterrados, todos los que ocupan puestos de dirección en el actual gobierno lo abandonarán. Correrán a sus casas a refugiarse entre los suyos. Los soldados se marcharán de los cuarteles y quedará solo un grupo de oficiales honestos para cuidar las armas, las municiones, lo que pudiera ser usado contra el pueblo por algún resentido, de un lado o de otro.

El país quedará al garete. Serán unas horas, las necesarias para que un gobierno provisional se encargue de todo, y establezca control, porque un país no puede estar sin gobierno. Esas serán las horas críticas, los momentos más difíciles, en los que aparecerán las bajas pasiones, y lo peor del ser humano puede aparecer. Por eso escribo estás líneas, porque creo que se necesitará cordura y mucha fe.

Ese día, el «Día después», será el momento de permanecer tranquilos. Si hay que salir a la calle a defender la libertad, a gritar que al fin Cuba es libre, tenemos que hacerlo. Eso que tenemos atragantado desde que nacimos, es hora de soltarlo, pero es también el momento de ser juiciosos, de no querer cobrarnos, por nuestra propia mano, los maltratos, los atropellos… no es la hora de la venganza ciega, la del ajuste de cuentas.

Y tampoco será la hora de pensar que, como por arte de magia, todo se resolverá en unos minutos, unas horas o unos días. El país atravesará momentos complicados, pero los cubanos, sobre todo los cubanos desde dentro y fuera, comenzaremos a cimentar lo que será el nuevo país.

Habrá que trabajar duro y dejar de pensar que todo caerá del aire. Llevará meses reparar las carreteras, y años convertir a nuestras ciudades y pueblos en lo que debieron ser. Tal vez pasarán generaciones antes de que los cubanos nos convenzamos de que hay que volver al campo a plantar los frutos que nos comeremos, que todo no puede llegar por barcos.

A diferencia de 1959, cuando el castrismo recogió los frutos de un país próspero y floreciente, con miles de industrias, un sistema de transporte super eficiente, un parque habitacional de primera, vías nuevas y muchas personas acostumbradas a trabajar, el nuevo gobierno no tendrá de dónde agarrarse en los primeros momentos.

Se necesitará una Constituyente, para elaborar una nueva Carta Magna, para darle cuerpo legal a todo y abolir los rezagos del socialismo que acabó por hundir al país en la más absoluta miseria, al extremo de ponerlo entre los más pobres del mundo y el segundo más depauperado de América.

Solo así podremos salir adelante y sacarnos de encima el estigma del castrismo, en el que ya nadie cree -o muy pocos creen- y comenzar de nuevo con el hándicap de que muchos que antes estuvieron detrás, nos adelantaron.

Cuba ha perdido seis décadas y media, pero de algo tiene que haber servido, aunque solo sea para tener claro que una vuelta al sistema que nos esclavizó durante mucho más de medio siglo es imposible. Por eso sigo anhelando el «Día después», aunque tengo claro que ese día, más allá de la alegría, puede ser complicado, porque brotará todo lo que estuvo reprimido por décadas y esas cosas muchas veces suelen ser incontrolables.

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