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Por Ramón García Guerra
La Habana.- Entérese, que lo mejor de la Revolución -esto dije en otro lugar- se debe a la sabrosura de los 60’s y la gozadera de los 90’s del siglo pasado. Luego, lo dicho fue pasado por alto sin advertir que las implicaciones de este hecho son muchas.
Durante un siglo y medio se ha creído que la economía era lo decisivo; esto es, la base material de nuestra existencia. Pero hoy nos hacemos la pregunta: ¿por qué los nadie votan a favor de los dueños del cortijo? Luego es esta mi respuesta: porque en esto lo económico no es lo decisivo. Esa es toda la verdad.
Entonces, ¿qué es lo más importante para un sujeto político? Entiendo que para una persona lo que importa en verdad es el reconocimiento que recibe de los demás y la posibilidad de cambiar por sí mismo la realidad. Creatividad y autonomía, diría Cornelius Castoriadis.
Sabemos que el sistema de dominación de la sociedad que se instauró en Cuba durante la era soviética contó con un dispositivo que logró la conscripción de las clases populares a partir de una política de dádivas a cambio de lealtades, pero el Estado asistencialista colapsó en 2008.
Después de eso, el régimen ha quedado al desnudo y el daño que causaron a la autoestima del cubano sus prácticas de ninguneo le está pasando la factura. El grito no se debe al hambre, sino que es una expresión de la rabia.
Pienso que el filme «Memorias del subdesarrollo», de Tomás Gutiérrez Alea, cobra actualidad a partir de asuntos que planteó en su momento y que ahora son decisivos; como lo es la identidad nacional, el exilio y su desarraigo, la relación del intelectual con la revolución e incluso, el vínculo entre los medios y la realidad. Aunque no es Sergio el que pone hoy en cuestión el sentido de la vida y su lugar en la sociedad, porque la fractura de la sociedad devino en una polarización política que resultó en desconexión del sistema y en radicalización del partido del cambio.