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Por Arnoldo Fernández ()
Contreamaestre.- Antes era un río hermoso, tan bello que era muy difícil resistirse al encanto de sus aguas.
En tiempos de Martí, el agua que tomó en el rancho de Rafael Pacheco era de este río.
Era el río de mi niñez, de mi adolescencia, de mi juventud.
Los carnavales de mi pueblo se hacían en San Juan y era gratificante ver a la gente bajando al río, durante la noche y al amanecer, en busca del agua bendita.
De aquel río sólo quedan los recuerdos.
En sus márgenes florecen hoy, a sus anchas, basureros enormes. En su cauce vierten las aguas negras del pueblo. ¡Es un peligro bañarse en sus pocetas!
Pensar que en este río se bañó Carlos Manuel de Céspedes, José Martí, incluso Fidel Castro.
Pensar que toda gente de paso, si se bañaba en el río, nunca se iba.
Pensar que las personas que hicieron el puente, sobre sus aguas, fueron los primeros habitantes de esta tierra.
Ya no hay río, ahora es un hilillo de agua que muere en el Cauto.