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Por Manuel Viera ()
La Habana. – Alguien gentilmente me localizó el medicamento que le indicaron a la niña. ¡Una niña de 6 años sufriendo de dolores insoportables, vómitos y diarrea! Y allí estaba el sulfato de zinc. ¡En una farmacia en Playa!
Allí estaba para vender, pero… ¡por receta médica!
Salí corriendo a los policlínicos del municipio, y fue entonces que lo descubrí: ¡LOS MÉDICOS NO TIENEN RECETAS!
Los médicos en hospitales y policlínicos, los médicos en cuerpos de guardia, no tienen recetas. Entonces caí: los muchachos de anoche en el hospital William Soler no me dieron receta porque no tenían.
Di un montón de vueltas, y en todos lados la misma respuesta:
— ¡Esas pastillas están aún en la farmacia porque no hay recetas!
¡Cuba, cojones! ¿Hasta cuándo el abuso y las mentiras?
Un país burocrático, donde empresas y ministerios que nada producen consumen toneladas de papel cada día. Hace apenas un mes me trajeron una citación para una entrevista en la policía, y venía impresa.
¿Cómo carajos no va a haber papel para imprimir recetas para los médicos? Recetas que salvan vidas.
Cuba es una finca muy mal administrada, donde se hacen surcos para sembrar ideas y se cosechan mentiras para hacer propaganda política. Cuba es un país con amos, donde los esclavos mueren hasta por un pedazo de papel.
¿Cómo puede haber papel para citaciones y no para la receta que necesita un niño? ¿Cómo puede haber dinero para talleres políticos, congresos y viajes infructuosos de gobierno en el exterior, y no para garantizar la salud de nuestros hijos?
Agradezco profundamente al doctor que, después de haber zapateado mucho por La Habana, sacó una receta de su museo de antigüedades para que finalmente pudiera comprar el medicamento.
Lo demás es injustificable. La salud tendría que ser sagrada por sobre todas las cosas. La salud no tendría que ser propaganda, sino un derecho de todos los cubanos: un derecho efectivo, real, no una mentira.
No hay bloqueo para Chevrolets colorados y autos de renta, pero sí para papel y tinta para salvar vidas.
¡El bloqueo son ustedes!