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Por Yuliet Teresa () Hay gestos que hieren más que mil palabras. Y hay políticas que, aunque se disfracen de estrategia comercial, lo que hacen es pisotear la dignidad de un pueblo que resiste cada día sin descanso.
Ahora, ETECSA_Cuba lanza una “promoción” por el Día de los Padres. Pero no es para todos los padres cubanos, no. Es solo para aquellos que tengan a alguien fuera del país dispuesto —y con posibilidades— de pagar 21.99 dólares por una recarga de apenas 500 pesos. Para los 4 000, se requieren casi 175 USD.
¿Y los padres que no tienen a nadie en el exterior? ¿Qué promoción hay para ellos? ¿La humillación? ¿El silencio? ¿O el castigo por haber decidido quedarse en su país, criando hijos, sosteniendo hogares, resistiendo desde el salario en CUP?
¿Quién decidió que recargar un teléfono fuera un lujo al que solo se accede mediante una remesa? ¿Quién decidió que los datos no se pueden compartir libremente entre familiares, como si no fueran comprados con esfuerzo? Si los GB son míos, ¿por qué no puedo darle la mitad a mi hijo, que estudia, que trabaja, que vive conmigo?
ETECSA, con estas decisiones, le pone precio a la familia cubana, a la comunicación, al amor cotidiano. Toman el dólar a 25 para recibir desde fuera, y nos venden los datos como si el dólar costara 370. Esa cuenta, camaradas, no da. Ni en la matemática, ni en la ética.
Este país no necesita más mecanismos para la dependencia externa. Necesita soluciones concretas para quienes viven, trabajan y sueñan aquí. Necesita que se pueda recargar con moneda nacional, como lo más normal del mundo. Porque no pedimos privilegios, pedimos justicia. Queremos comprar con lo que ganamos, no pedir limosna digital.
Lo más doloroso no es la tarifa. Es la indiferencia. Es que, aun con un país encendido, dolido, irritado por decisiones que afectan al pueblo más llano, se tenga el cinismo de lanzar estas ofertas justo en fechas conmemorativas. Como si la memoria afectiva de los cubanos pudiera usarse para vender lo que no podemos comprar.
Decía Fernando Martínez Heredia que “hay que pensar con cabeza propia y defender con el alma lo que vale la pena”. Y yo digo hoy que vale la pena levantar la voz. Que no nos acostumbren a la injusticia, que no nos anestesien con megas y promociones que no nos incluyen.
Porque esto no va de recargas. Va de respeto. Va de no condenar al silencio a quienes ya cargan sobre sus hombros lo más duro del presente. Va de no seguir tratando al pueblo como si pudiera tragarse cualquier cosa sin reclamar nada.
No, no queremos más limosnas. Queremos poder pagar lo nuestro. Queremos vivir conectados, no al WiFi, sino al país que soñamos.