Por Manuel Viera
La Habana.- Fui por La Cabaña, quería emitir un criterio justo y realista de «La Feria del Libro.» Voy a decir muy poco, pero seré muy sincero.
La Feria en 2025 es algo así como una cuarta parte de lo que solía ser hace apenas unos años. Muestra de ello es que la mitad de los espacios antes expositivos hoy permanecen cerrados. También acude muchísimo menos público que antes. Hoy era domingo día de mayor afluencia y ni siquiera estaba lleno, ya es algo muy evidente desde que llegas pues notas que sobra espacio para estacionar en el propio estacionamiento de La Cabaña, hace algunos años te podía tocar estacionar cerca del Cristo de La Habana, y no solo se trata de que la afluencia de público ha disminuido, sino que es notable que el poder adquisitivo del cubano es muy poco.
Me atrevería a asegurar que de cada 500 personas, apenas una sale con un libro en la mano. No tengo la más mínima duda de que comercialmente el evento para las editoriales tiene que haber sido un fiasco muy alejado de aquellas ferias que asombraban por sus ventas y por las utilidades que dejaban.
La mayoría de los asistentes que se llega a La Cabaña ahora va directamente para arriba de un par de gafas, algún muñequito artesanal o en todo caso ataca un pollo frito, una fritura o las chicharras de boniato todo de una calidad horrible y que abundan desde el propio parqueo.
Compré un muslo de pollo frito en una tonelada de harina, al que si le hacía un RCP podía haber salido corriendo….la sangre le goteaba! Todo frío, frito desde horas antes…horrible! Incluso, a la niña quise comprarle algo sellado y los sorbetos que compré estaban vencidos, rancios y zocatos. Todo terminó en la basura. No hay en Cuba nada, absolutamente nada que garantice la calidad e inocuidad de los alimentos y mucho menos la salud y la vida de las personas más allá de la responsabilidad del comerciante, esa que hoy en día ante la falta de mercados mayoristas que les abastezcan es bastante poca y cuestionable.
Si algo asombra de estos eventos es que ante la falta de higiene y medidas de inocuidad, no ocurran con mayor frecuencia intoxicaciones alimentarias, incluso desafortunados episodios en el que se pueda ver comprometida la vida de alguien.
Por último, voy a sugerir que de continuar la tendencia a la poca afluencia de público y de la poca adquisición de libros para el próximo año, se le deje de llamar Feria del Libro y se le comience a llamar «Carnaval del pollo y el boniato».
En realidad, la Feria de Libro en la actualidad, más allá de las campañas oficiales para publicitarla, luce como un carnaval de comida, artesanías y cervezas. Un carnaval que huele a humo y carbón y que literariamente ha perdido su esencia.
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