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Por Redacción Nacional
La Habana.- Cuba se prepara para recibir con alfombra roja al X Evento Iberoamericano de Turismo Rural y Agroturismo, una cita que, según la propaganda oficial, convertirá a la isla en referente del desarrollo comunitario sostenible.
Pero, ¿qué tiene de sostenible un país donde la gasolina brilla por su ausencia, los campesinos carecen de fertilizantes y hasta un paquete de semillas se convierte en lujo de importación? Hablan de agroturismo en una nación donde el campo está desangrado, los guajiros sobreviven a base de trueque y los mercados agropecuarios apenas exhiben boniatos de tercera.
El discurso del Mintur, adornado con nombres rimbombantes y paneles de expertos, pretende vender una Cuba verde y floreciente que solo existe en el papel. La Comunidad Las Terrazas, presentada como joya de desarrollo rural, es apenas un escaparate para turistas con euros en el bolsillo, mientras a pocos kilómetros los habitantes de Artemisa cargan agua en cubos porque no tienen un sistema hidráulico decente. ¿De qué beneficios comunitarios hablan si el propio campesino cubano no tiene derecho a vender libremente su cosecha sin pasar por el filtro del Estado?
Las universidades y centros de investigación convocados al evento llegan con sus discursos académicos sobre innovación y sostenibilidad, pero en la práctica se encuentran con un país donde los estudiantes de agronomía aprenden en huertos sin herramientas modernas y donde un simple tractor es una reliquia soviética. Se llenan la boca de cooperación iberoamericana mientras el campesino cubano sigue arando con bueyes porque no tiene otra opción.
Este tipo de encuentros, repetidos cada año en diferentes países, funcionan como vitrinas diplomáticas. En Cuba, sin embargo, adquieren un tono más grotesco: se pretende mostrar lo que no existe. Las versiones anteriores en España, Portugal o Costa Rica tenían sentido porque allí el turismo rural convive con un sector agrícola competitivo y productivo. En la isla, en cambio, se organiza el evento mientras el ciudadano común hace colas interminables para comprar una libra de arroz y los mercados están semivacíos.
Lo cierto es que, más allá de delegaciones internacionales, discursos y paneles, el turismo rural en Cuba no logra ocultar la crisis estructural de su campo. La isla no necesita más congresos ni lemas sobre sostenibilidad; necesita tractores, fertilizantes, libertad de mercado y un modelo económico que no estrangule al productor. Sin eso, cualquier evento sobre agroturismo es apenas un decorado más en la maquinaria propagandística de la dictadura.