Por Manuel García Verdecia ()
Holguín.- La economía cubana es sumamente pobre. El producto interno bruto, a pesar de una planificación discreta, jamás se cumple y este año ha estado muy por debajo del uno por ciento. El nivel de exportación de productos y servicios es muy insuficiente, lo que reduce enormemente la capacidad de compra del país.
La hiperinflación no parece remitir y esto se debe a la insuficiencia de productos y servicios.
Entonces están los apagones. Estos son fruto de tecnologías obsoletas e incapacidad de obtener básicamente petróleo. Ello engendra los agobiantes apagones que perturban nuestro quehacer y nuestro bienestar cotidianos.
Pero ellos no solo son la consecuencia de una economía deficiente, imprevisora y mal encaminada. Son a la vez causa de nuevas limitaciones a la economía.
Solo por un momento detengámonos a pensar cuántas industrias y centros de servicio se paralizan durante horas sin generar ninguna ganancia.
Paso por la ciudad y me apena ver la cantidad de tiendas, oficinas, bancos, talleres, pequeñas industrias donde los trabajadores sencillamente conversan paralizados por el apagón.
¿Cuánto le cuesta esto a la ya maltrecha economía del país? Eso sin considerar las incontables horas de vida que perdemos un día tras otro en la inactividad.
No basta con reparar las obsoletas termoeléctricas. Hay que cambiar definitivamente el sistema energético del país para que este pueda producir, vivir normalmente y empezar a desarrollarse. Lo demás son parches que solo prolongan el problema.
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