Enter your email address below and subscribe to our newsletter

DRAMATURGIA, DIETAS Y PIZZAS

Comparte esta noticia

Por Irán Capote ()

Pinar del Río.- Lo bueno de ser dramaturgo y hacer dietas para bajar de peso, es que puedes usar con acierto tus conocimientos de ficción con el difícil proceso de comer todo aquello que no es de tu agrado.

Me explico, mejor: Yo soy un gordito rico. Orgullosamente gordito, de esos de comer todo con bastante sabor, con su grasa, con su azúcar, con su punto de sal y su picante.

Desde la cuna, me saboreaba con aquella nana que me cantaban: “El pollito asadito/ con su salsa y su mojito”…

Yo soy de esos que aunque esté mala la comida ( como siempre en esta Cuba “continuada”), busca mínimamente un sofrito o un invento para mojar el arroz. Y por supuesto, engordo por muy mala, seca, o dura que esté la comida.

Por eso la dieta se vuelve un castigo, porque significa cocinar los alimentos y dejarlos desabridos, sin azúcar ni grasas… Y en esos días me siento fatal. Aunque soy fuerte y resistente cuando me propongo metas.

Hoy me levanté con tremendas ganas de echarme una pizza de esas del bordecito quemado y el queso chorreando. De esas gordas que uno dobla en un papel y come y se embarra todo.

Y ahí entró lo de la dramaturgia. Un conflicto claro: “quiero comer una pizza pero no puedo porque estoy a dieta”. Entonces, herví los plátanos burros que me tenía que comer como penitencia, los aplasté, les di forma de disco y los tosté en la sartén.

Luego les di una leve capa de salsa y dos gotas de queso fundido encima. Acudí al viejo método de Stanilasvki y, memoria emotiva mediante, comí esta masa de plátanos como si fuera una pizza gorda y chorreante de queso.

Y créanme, que me estoy reventando de saciedad

Deja un comentario