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DICTADURA CUBANA: DEL PARAÍSO QUE CASTRO PROMETIÓ A LA POBREZA EXTREMA DE LA MAYORÍA

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Por Joel Fonte ()

La Habana.- Castro entró a la Habana en los primeros días de enero del ’59 como un Mesías, como el Salvador que millones de cubanos esperaban.

En Cuba -como en otros países de la región- había pobreza, pero lo que predominaba era la desatención social de las clases más pobres, la mala administración pública, la corrupción, y sobre todo la violencia política de Batista contra sus opositores, la cual había hundido al país en un baño de sangre.

De hecho, en relación a esos otros países latinoamericanos, Cuba era precisamente vanguardia en desarrollo económico, gracias a la presencia de los inversionistas norteamericanos y europeos, y al empuje de los propios empresarios cubanos.

El arrebato por la llegada de Castro se debía sobre todo, entonces, a que simbolizaba el fin de esa violencia, y la posibilidad de iniciar un restablecimiento y profundización de la vida democrática de una república fundada poca más de 50 años antes.

Castro, para afirmar esas esperanzas ingenuas de la masa analfabeta, afirmaba una y otra vez que no era comunista, que jamás lo sería, y blasfemaba de todo lo que fuera antidemocrático.

El primer indicio de sus verdaderas motivaciones, de su apego obsesivo al Poder apareció cuando se negó a convocar de inmediato a elecciones, como lo había prometido.

Con el pretexto de las medidas adoptadas por el gobierno norteamericano como respuesta a la ola de expropiaciones de industrias, negocios y otras propiedades legítimas pertenecientes a empresarios de aquel país que Castro realizaba, entonces se produjo el giro radical y la alineación a la órbita soviética, instalando un régimen comunista apoyado solo por la fuerza de un ejército que le era leal a Castro, y aguijoneando todos los vicios y sentimientos oscuros que alberga una sociedad: Castro comenzó a aguijonear a pobres contra ricos, a avivar envidias, egoísmos, delaciones, e instaló sobre esa Torre de Babel…

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