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Dictadura castrista: de la corrupción política, a la podredumbre moral…

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Por Joel Fonte ()

La Habana.— El castrismo está —dicho en el coloquial estilo de nosotros, los cubanos— podrido hasta los tuétanos.

No se trata solo de las múltiples y variadas formas de corrupción política —entendida esta como la obtención de beneficios personales de manera ilícita, en ocasión del ejercicio del poder político o la función pública derivada de este— que aquí se practican a diario, ante los rostros de un pueblo indefenso y preso de su inmovilismo.

Abundan el soborno, el tráfico de influencias, las extorsiones, los fraudes, la malversación, la prevaricación, el caciquismo, el nepotismo, el abuso de poder, el uso de información privilegiada como herramienta de enriquecimiento…

No, no se trata solo de esa forma de corrupción.

Se trata, además, de la corrupción moral, de esa que, después de pudrir la vergüenza de un funcionario, lo despoja de todo vestigio ético, del sentido de respeto hacia los gobernados, lo desliga de su compromiso con sus funciones de gobierno y lo retuerce, lo deforma, hasta convertirlo en un rufián, en un «tipo» que no solo roba al pueblo, sino que se ríe en su cara.

Pero, ¿por qué ocurre esto?

Es sencillo: sucede, sobre todo, cuando hay ausencia de transparencia en el ejercicio de la función pública, cuando el poder no puede ser fiscalizado ni controlado, cuando la colectividad no tiene acceso a información sobre su gestión.

Esto pasa en la Cuba castrista, profundamente corrupta y despreciable. Porque en la Cuba republicana, la que tuvo unos veinte presidentes —sin contar la Pentarquía y el primer mandato constitucional de Fulgencio Batista—, también existía corrupción.

La República nació y comenzó a construirse con hombres que tenían elevados valores y altruismo, pero también ambiciones personales y egoísmos. Sin embargo, a esos se les podía denunciar, porque aquella república brindaba las herramientas democráticas para hacerlo.

Pero al castrismo, y a lacayos como Díaz-Canel, el diseño de estatismo fascista que han impuesto les garantiza impunidad. A ellos les recordamos: la dignidad de un pueblo no puede postergarse indefinidamente.

Basta de manipulación y mentiras. No más temor. No más dictadura en Cuba.

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