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Por Max Astudillo ()

La Habana.- Lo prometieron. Otra vez. Con esa solemnidad de funeral que tienen cuando mienten, Díaz-Canel, el ministro de Energía y Minas y el director de la Unión Eléctrica juraron en Desde la Presidencia —un podcast que solo escuchan ellos y cuatro gatos obligados— que en julio Cuba brillaría más que el sol gracias a los paneles solares.

Julio llegó, pasó, y aquí seguimos, a oscuras, sudando como pollos en una cazuela y maldiciendo el día en que creímos que estos tipos sabían de qué coño hablaban. Los apagones siguen, más largos, más brutales, como si la isla entera estuviera conectada a una patata con cables. Pero ellos, tranquilos, repitiendo el mantra: «Es un problema coyuntural». Lo coyuntural, señores, ya lleva décadas.

Los paneles solares, esa gran solución mágica que iba a sacarnos de las tinieblas, son como los dólares en las tiendas MLC: aparecen en los discursos, pero nunca donde hacen falta. Dicen que los instalaron, que están funcionando, que el futuro es luminoso. Mentira.

El futuro es un ventilador parado, comida pudriéndose en neveras muertas y niños estudiando a la luz de una vela en pleno siglo XXI. Pero no se preocupen, que Díaz-Canel tiene un plan: seguir hablando. Hablar y hablar, hasta que el pueblo, exhausto, se rinda y acepte que vivir en la prehistoria es el verdadero socialismo del siglo XXI.

Así gobierna cualquiera

El ministro de Energía y Minas debe de pensar que la electricidad es como la fe: si crees mucho, aparece. Porque no hay otra explicación para tanta incompetencia envuelta en palabrería revolucionaria.

Cada anuncio suyo es un chiste sin gracia: «Vamos a mejorar»«Estamos trabajando»«La situación se normalizará». Normalizar, para ellos, significa que nos acostumbremos a vivir en la miseria.

Y el director de la Unión Eléctrica, otro genio, debe de medir la energía en «unidades de paciencia popular», porque luz, lo que se dice luz, no hay. Pero eso sí, en los informativos salen felices, sonrientes, como si hubieran descubierto la fusión fría en un laboratorio de La Habana.

Lo peor no es que mientan. Lo peor es que ya ni siquiera se esfuerzan en disimular. Las promesas son idénticas cada año, los plazos se repiten como un bucle tragicómico, y el resultado siempre es el mismo: peor. ¿Paneles solares? Qué risa. En otros países, los paneles generan energía; en Cuba, generan titulares.

Mientras, la gente se pudre en edificios sin ascensor, sin agua, sin luz, escuchando por la radio que el bloqueo es el culpable de todo. Claro, porque el bloqueo apaga los interruptores, desmonta las termoeléctricas y se roba los cables. ¡Qué fácil es gobernar cuando siempre hay un enemigo imaginario!

Ya sabemos el final

Cuba no tiene solución. No porque sea imposible, sino porque quienes deberían solucionarlo viven en otra realidad, una donde los discursos reemplazan a los hechos, donde la propaganda es más importante que la electricidad, y donde el pueblo no es más que un actor secundario en su obra de teatro revolucionaria.

Díaz-Canel podría prometer que en diciembre volaremos todos con alas de energía eólica, y sus aplaudidores dirían amén. Mientras, en la vida real, seguiremos esperando, sudando, muriéndonos de calor, hasta que la próxima promesa incumplida nos devuelva, otra vez, a la misma mierda de siempre.

Así que prepárense, cubanos. Los paneles solares son el nuevo «año de la eficiencia», el nuevo «ordenamiento monetario», el nuevo «esto se arregla». Y ya sabemos cómo terminan esos cuentos: con nosotros comiendo mierda y ellos contando estrellas.

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