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Por Michel Hernández ()
Madrid.- Claudia Expósito es una productora y promotora cultural que cualquier artista quisiera tener entre sus filas. La conocí en ese otro país que éramos en alguna noche de algún día que no recuerdo pero fue hace mucho tiempo. En esa época mi generación había asistido a conciertos memorables del underground cubano sin saber que detrás de esa noches al límite estaba la mirada, la preparación y la organización de Claudia.
Es el caso, por solo citar un ejemplo, de los conciertos de Havana donde defendían el clásico Puertas que se abrirán. Antes, una jovencísima Claudia recibió una llamada de Iván Latour para que se sumara como productora a la banda, sin tener apenas conocimiento de la disciplina que la convertiría en el tiempo en un nombre imprescindible de la producción en Cuba.
Por sus manos han pasado cientos de proyectos y carreras de artistas que ha impulsado por esa vocación que tiene de entregarse sin pensar demasiado en lo que recibe de vuelta. Para ella la creación, junto a su hija y su madre son sus grandes y mejores maravillas.
Quizá por ese interés en explorar y pensar en grande también impulsó el Puntal Alto en el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, uno de los proyectos más entrañables para la trova cubana, ya desaparecido.
Claudia es una productora sin límites. O sea los límites vendrían dados por su identificación ( o no) con el artista o con el proyecto. Si lo asume va hasta el final. Su trabajo no se circunscribe a ninguna escena en específico. Lo mismo se mueve entre trovadores, raperos, cineastas, que entre cualquier otra manifestación que le remueva la vida.
En años recientes ha trabajado con jóvenes trovadores como Frank Mitchel porque su afilada mirada le ha avisado del potencial de esos artistas. Es, en resumen, una mujer con decenas de voces creativas. Para mayor mérito Claudia es poeta aunque se ha resistido a publicar.
No puedo decir que es esa productora de ley gracias a aquella llamada de Iván durante los habituales tiempos de incertidumbre de los primeros años de la juventud. Su talento en cualquier caso iba a florecer. Pero le debemos agradecer que su trabajo con la banda contribuyó a la grabación de aquel disco que un día desde La Habana nos abrió las puertas de la percepción, a pesar de que para entonces Morrison ya había aparecido muerto en la bañera en un día gris de París. En un día gris en La Habana.