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Por Sergio Barbán Cardero ()
Miami.- Escuchar a Díaz‑Canel es casi creer que Cuba es un país donde los problemas caen del cielo y no tienen responsables. Se llena la boca hablando de “humanismo”, “sensibilidad”, “programas”, “códigos integrales” y un sinfín de palabras bonitas… pero evita cuidadosamente decir quién es el verdadero responsable de la tragedia.
Porque aquí no se trata de la “Revolución” como idea romántica, dicho sea de paso, una revolución que no existe hace mucho tiempo. La revolución fue un idilio, un romance que vivimos los cubanos con un ente invisible. En Cuba, el máximo órgano de gobierno es el Partido Comunista de Cuba. Ellos mismos lo han escrito en la Constitución: “La máxima dirección superior de la sociedad y el Estado corresponde al Partido Comunista.”
O sea, no fueron designados por el pueblo, no pasaron por elecciones libres ni plurales, pero se auto‑atribuyen el derecho de decidirlo todo y de estar por encima de todo y de todos.
Entonces, si se consideran el máximo órgano de gobierno, deben considerarse también el máximo responsable de todos los males que sufre el pueblo cubano.
No pueden decir: “la Revolución no tiene que sentir vergüenza de los problemas.”
¡Por supuesto que son los miembros del PCC quienes deben sentir vergüenza!
Vergüenza por la miseria, por las familias separadas, por los presos políticos, por las calles llenas de deambulantes y por un país hundido en la desesperanza.
Pero no. En lugar de asumir, se escudan detrás de un discurso demagógico: “el bloqueo” para todo, “la vocación humanista” como escudo, “programas y proyecciones” sin resultados palpables.
Hablan de “no denigrar”, mientras su gobierno reprime a quienes denuncian la realidad. Hablan de “ética” mientras mantienen un sistema de partido único impuesto, sin permitir alternativas. Hablan de “poder popular” mientras el pueblo no puede decidir quién lo gobierna. Esa es la verdadera ironía.
Dicen que el Partido es el “partido de todas las cubanas y cubanos”, pero en la práctica es el partido de una élite que se aferra al poder y que, en lugar de rendir cuentas, se lava las manos con palabras bonitas. Y qué curioso; la gente no puede escoger pertenecer al partido; es el partido quien escoge con pinzas a sus miembros. Esto convierte al PCC en un partido elitista y discriminatorio.
Hablan de “valentía para reconocer problemas”, pero la valentía real sería reconocer que son ellos quienes han destruido la economía, quebrado los valores familiares y obligado a millones a emigrar.
Hablan de “alimentar el alma de la nación”, pero lo que han alimentado es el hambre y la desesperanza de generaciones enteras. Hablan de “dignidad” mientras pisotean la dignidad de un pueblo que no puede decidir su futuro.
El PCC es el máximo órgano de gobierno. También es el máximo responsable de cada carencia, cada injusticia y cada lágrima del pueblo cubano.
Y aunque digan lo contrario, deberían sentir vergüenza.
Vergüenza por décadas de fracasos. Vergüenza por esconderse detrás de discursos huecos. Vergüenza por haber llevado al país al desastre… y seguir pretendiendo que todo es culpa de otros.
Menos demagogia y más responsabilidad. En Cuba no gobierna la revolución, gobierna el partido y gobierna mal.
Quiero terminar haciendo referencia a unos mensajes cruzados entre una seguidora y yo, sobre la ministra y su desastroso discurso acerca de los “deambulantes”:
“Sergio Barbán Cardero, esos informes los revisan al detalle, los reescriben si es necesario, los vieron los ministros. El problema es que Cuba ha cambiado y es verdad que hay miedo de salir de una vez y por todas, pero en las redes se sigue denunciando a pesar de tanta mordaza, y no esperaron esta reacción.”
Es bueno escuchar eso, que el pueblo está despertando, y ya no cree en sus discursos vacíos llenos de palabras huecas, repiten y reciclan el mismo repertorio de siempre.
Enlace para la transcripción completa de las palabras del puesto a dedo: https://www.facebook.com/share/p/1E32pfCUd2/