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DE LIBERTADORES Y JUECES

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Por Yoel Arias

La Habana.- La historia es importante conocerla para no repetirla. Si bien el criterio más aceptado es que los vencedores son quienes la escriben, la mayor parte del tiempo, siempre se puede determinar dónde estuvo el viraje dramático que les beneficia al contarla de esa forma. En la actualidad, aun con las facilidades para adquirir el conocimiento básico suficiente a la mano, muy pocos se interesan en su estudio, de manera autodidacta o como perfil profesional con estudios superiores.

Hace 30 años no me veía haciendo esta reflexión. La búsqueda de experiencias, positivas o no, de tiempos pasados, puede llevarnos a obtenerlas de las más sorprendentes fuentes. Desde los libros de prestigiosos especialistas, con enfoques más o menos dialécticos, hasta aquellos menos serios, sabiendo buscar y luego contrastar se va abriendo la brecha en la oscuridad de la ignorancia. Me trae aquí el reciente «encuentro cercano» con el menos dialéctico de los libros de historia: La Biblia.

Posiblemente es el libro más impreso, divulgado y estudiado de la humanidad. Desde Gutenberg a la fecha, ha trasmitido su mensaje y ayudado a expandir la fe cristiana en todos los continentes. Traducido a casi todas las lenguas terrestres y encuadernado en los más disímiles formatos, puede ser hallado en manos de casi cualquier persona, desde pentecostales hasta marxistas por igual.

Un hecho fortuito me hizo interesarme en La Biblia. Debo reconocer que es una fuente para el estudio antropológico bastante aceptable, teniendo en cuenta que no se compiló con ese objetivo. Su enfoque doctrinal habrá alejado a muchos de sus páginas y no tomarlo «en serio». Mi opinión personal es que trasmite mucha sabiduría y enseñanzas que traspasan lo puramente místico para caer en lo mundanamente político.

Dividido en dos, Antiguo y Nuevo Testamento, narra desde la creación, Génesis, hasta la muerte de Jesús de Nazaret. El Antiguo Testamento narra en buena parte las venturas y desventuras del pueblo Hebreo, Pueblo de Dios, de sus luchas en contra de sus enemigos, de las luchas intestinas y de la genealogía de la que descendió Jesús. El Nuevo Testamento, entre otros, narra la vida del Mesías desde la visión de los apóstoles en cuatro evangelios, de su nacimiento en Belén a su calvario y resurrección.

Confieso que he cambiado mi forma de ver este libro y quiero dar una muestra.

Se aprende siempre de la historia, incluso bíblica.

Siendo estos textos escritos en tiempos remotos y en lenguas hoy muertas, Arameo, por ejemplo, se complejizó su traducción al Latín, que tampoco era sencillo aunque mucho más conocido. Su redacción tampoco es la de un best seller destinado a todos los públicos, el estilo y palabras utilizadas son la de aquel periodo histórico, lo que lo hace más engorroso de asimilar.

Aun con todos esos antecedentes me enfrenté al Libro Jueces que narra el periodo histórico desde la muerte de Moisés hasta el reinado de Salomón. En este se cuenta el asentamiento del pueblo hebreo en Judea, principalmente, luego de años de vagar por el desierto y de su ascenso y caída.

Fue esta etapa histórica muy inestable. Las tribus se enfrentaban unas con otras generando la desunión, lo que sus antiguos enemigos (y nuevos también) aprovecharon para conquistar el territorio y someter a los israelitas. Cada tanto Jehová levantaba de entre su pueblo un Libertador, con su guía se alcanzaba la libertad. Luego, en la paz, estos líderes pasaban a ser Jueces y regían hasta su muerte. Fueron algo más de una docena, pero la labor de estos líderes no llegó a reunificar totalmente a los hebreos. La principal causa estaba en el propio pueblo.

La labor desempeñada por Moisés, como líder militar y religioso del pueblo Judío, fue importante. No solo liberó a su pueblo del yugo faraónico si no que guio el Éxodo. La mano de su Dios estuvo detrás, pero este pueblo esclavo ya había estado adorando otros dioses distintos de Jehová. Moisés baja del Sinaí con las tablas de la Ley, dictadas por Dios, más en los días que le tomó esto, las muestras de idolatría habían crecido entre su gente. Además, de los 10 mandamientos se necesitó de la Ley Mosaica para guiar al pueblo de Dios hacia el cumplimiento de las Tablas de la ley. Es así que al morir Josué, continuador de la obra de Moisés, tras 65 años de vida nómada, los Hebreos se asientan en la recién conquistada Judea y comienza un florecimiento que no dura eternamente.

Existían generaciones que desconocían lo que Jehová había hecho por su pueblo y ya adoraban dioses ajenos, las leyes mosaicas y los mandamientos perdían efectividad como normas de convivencia e idiosincrasia. Una casa dividida se vuelve contra sí misma. A la sazón las guerras entre las distintas tribus hebreas comenzaron.

Luego de la muerte de Moisés y Josué, la llamada aristocracia, sobrevino una anarquía que duró mucho tiempo. Lo que no lograron los Libertadores/Jueces tampoco pudieron ni Saúl, ni David, ni Salomón como reyes. El mal de fondo era de carácter moral. Los líderes que Jehová levantó para guiar a su pueblo a la libertad y luego conducirlos en la paz, no prevalecían debido a la actitud apática del propio pueblo que pronto olvidaba a su Dios y sus leyes. Era un círculo vicioso de esclavitud.

Desde los tiempos bíblicos los pueblos han aprendido que como único sobreviven es en unidad. Podremos esperar un Mesías, anunciado o no, mas dejarle la tarea únicamente a él no garantiza el éxito. ¿Qué hacer luego si somos un pueblo desarraigado, desmotivado e incrédulo? Un líder deseado es un elemento pero el resto del triunfo estará en el pueblo que lo seguirá.

Haber privado a nuestro pueblo de su libertad religiosa fue una decisión costosa. El opio de los pueblos, le llamaron más un pueblo sin fe es un monstruo sin limites en sus excesos. La prédica de la caridad y del amor al prójimo nunca hizo daño, su ausencia sí. El hombre y mujer temerosos de Dios respetan leyes mucho más antiguas que la ley más vieja que se haya podido decretar en estos tiempos. Eso está tan en falta hoy, como los medicamentos en las farmacias o los cuadernos en las escuelas.

Un pueblo que ha olvidado a su Dios, ¿cómo no olvidará a sus lideres mortales? Un pueblo que no respeta leyes divinas difícilmente respetará leyes mundanas.

El pueblo elegido de Dios, cuna de Jesús Cristo, sufrió por falta de fe, sufrió destierro, esclavitud, hambre, guerras y enfermedades. ¿Qué podemos esperar nosotros? Si luego de 65 años de liderazgo de Moisés y Josué sobrevino una muy larga anarquía, ¿qué podemos esperar de líderes sin arraigo y sin resultados? ¿Qué podemos esperar de líderes que en vez de estar con el pueblo, actúan en su contra?

El parecido entre estos tiempos y aquellos bíblicos asusta pero nos enseña. Repetir sus errores traerá sufrimientos como aquellos. Los líderes podrán llegar en algún momento, pero no lograrán nada solos. El pueblo debe volverse hacia sus ancestros, a sus ideales ya olvidados a sus valores más preciados de libertad y de dignidad.

Esto solo fue el libro Jueces, los evangelios nos muestran a un Jesús que criticó la prédica deformada, que llamó las cosas por su nombre, que expulsó a los mercaderes del Templo y que predicó amor a sus semejantes. Seguro hallaré otras enseñanzas muy actuales cuando llegue allí.

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