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De la criónica a la cremación: El destino final de los Martinot

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Por Edi Libedinsky ()

El Dr. Raymond Martinot de pie junto al congelador que contenía el cuerpo de su esposa, preservado mediante criónica casera, en 1993.

Él también fue congelado tras su muerte, pero debido a un fallo en el sistema de control de temperatura, sus cuerpos fueron finalmente cremados.

En un sótano oscuro debajo de una casa francesa, el Dr. Raymond Martinot apoya la mano sobre un congelador de acero, el ataúd que construyó por amor. Tras la muerte de su esposa, se negó a entregarla al tiempo.

Utilizando su propio sistema de criónica improvisado, congeló su cuerpo, creyendo que algún día la ciencia podría revivirla. Cuando él también falleció, su familia honró su deseo de unirse a ella en ese sueño suspendido.

Durante años, la pareja yacía lado a lado en frío silencio, un monumento a la devoción y la negación.

Pero la entropía no tiene piedad. Una falla mecánica rompió el sistema, el frío se rindió al calor y sus cuerpos se descongelaron. Al final, fueron cremados, y su historia concluyó no en resurrección, sino en fuego.

Dato adicional: El intento de Martinot de criónica casera fue totalmente ilegal según la ley francesa. Cuando el congelador falló en 2002, los funcionarios intervinieron, citando preocupaciones de salud pública.

El caso reavivó el debate en Europa sobre la ética y la viabilidad de la criopreservación humana.

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