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Por Carlos Carballido (Especial para El Vigía de Cuba)
Cuba se aferra con uñas y dientes al pasado y sigue apostando por ese modelo obsoleto y eufemístico de “Democracia Socialista”, donde lo de cambiar el rumbo político está más prohibido que pensar en voz alta. La Constitución aprobada en 2019 lo deja clarito: el Partido Comunista está por encima de todo y de todos, para siempre jamás.
Pero no todo es represión sin azúcar. A veces se les escapan algunas concesiones, eso sí, a cuentagotas.
Ahora resulta que la Asamblea Nacional va a considerar en julio una enmienda a la Ley de Registro Civil que —¡prepárense!— “permitirá por primera vez a los ciudadanos determinar el sexo en sus documentos de identidad sin necesidad de una orden judicial ni cirugía de reasignación de género”.
La noticia, curiosamente, no ha tenido mucha prensa dentro de la isla, pero la Asociación Nacional de Medios LGBT de EE.UU. ya lo está celebrando como un avance monumental. ¿Y quién aparece como heroína del cuento? Mariela Castro, la hija del dictador heredero Raúl Castro. Claro.
Según Cubadebate, el nuevo proyecto de ley responde a las “necesidades” de los ciudadanos trans que no se sienten representados por su género legal. Una demanda legítima, sin duda. Pero curiosamente alineada con las líneas del Foro Económico Mundial, que para 2030 propone, entre otras cosas, reforzar la ideología de género como vía para alcanzar… un mundo feliz. O algo así.
En la práctica, esta “sintonía” ideológica le abre a Cuba una puerta enorme para recibir financiamiento de organizaciones internacionales dedicadas al tema. Sobre todo en áreas de estudio e investigación social, donde siempre hay una excusa para meterle dinero a un país donde sobra la miseria… y faltan los derechos.
La legislación, que seguramente será aprobada sin mucha oposición (¿cuándo no?), tiene como antecedente una jugada de Mariela en 2013. En ese entonces, votó en contra de una propuesta para incluir la orientación sexual en el Código Laboral cubano. ¿El motivo? No incluía la identidad de género. Coherencia selectiva, le dicen.
Así que ahora los cubanos podrán cambiar el género en sus pasaportes y carnés de identidad. Igualito que en Argentina, Uruguay, Alemania o Malta. !Qué modernos, verdad!
Lo que al parecer no entienden es que esta “entusiasta” medida ha traído varios problemas en otros países porque necesita de una infraestructura, carente en Cuba, para modificar los datos en registros civiles además de traer aparejado algunos problemas como tramitación de propiedades, jubilación.
Muchos de los posibles beneficiarios de este cambio de género en sus identidades si tienen la oportunidad de viajar, encontrarán que una inmensa mayoría de países tienen leyes migratorias en las que no se aceptan estas disparidades entre biología e identidad por género.
Cualquiera diría que la isla avanza hacia un mundo más inclusivo. Y sí, un cambio es un cambio. Pero el otro cambio —el que realmente podría mejorar la vida de millones, el de sistema— sigue en la lista de lo intocable, lo prohibido, lo impensable.
Ese sí que sería un cambio urgente. Pero lamentablemente, ya no parece estar en el ADN del cubano.