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Por Christian Pérez
La Habana.- Cuba celebra este 27 de septiembre el Día Mundial del Turismo con discursos renovados y promesas viejas. El Mintur vuelve a hablar de calidad en los servicios, de la importancia de “potenciar la industria de los viajes” y de ese camino ascendente que nunca termina de arrancar.
La fecha, proclamada por la ONU desde 1980, pretende recordar el valor del turismo para la economía global y su aporte al empleo y la cultura. En la isla, sin embargo, la celebración se convierte en un acto simbólico más, donde la propaganda y los informes maquillan una realidad marcada por carencias y falta de resultados.
La jornada encuentra a Cuba a las puertas del X Evento Iberoamericano de Turismo Rural y Agroturismo, previsto entre el 29 de septiembre y el 5 de octubre en la región occidental. Delegados de varios países asistirán a este encuentro que, al menos en el papel, busca abrir nuevas rutas en un sector que se vende como estratégico. El contraste es inevitable: mientras los discursos se llenan de optimismo, la infraestructura turística nacional lidia con problemas crónicos, desde el desabastecimiento hasta la falta de mantenimiento.
El turismo, proclamado en 2017 por la ONU como vía para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, se concibe en el mundo como motor de empleo, innovación y comprensión cultural. En Cuba, la retórica oficial repite esos mismos lemas, pero la práctica tropieza con un escenario adverso: apagones, transporte ineficiente, caída en la llegada de visitantes internacionales y una economía doméstica en crisis. El sector no se salva de la fuga de talento, ni de la improvisación que convierte cada temporada alta en un reto más de supervivencia que de desarrollo.
Más allá de los slogans, el turismo requiere inversiones reales, innovación en la gestión y una apertura al emprendimiento que todavía se maneja con cautela desde el poder. La apuesta por el turismo rural y el agroturismo puede sonar atractiva en foros internacionales, pero en los pueblos del interior la realidad es otra: escasez de recursos, falta de promoción y limitaciones para el desarrollo autónomo de los proyectos. El discurso oficial insiste en que hay avances, pero la experiencia del viajero y la voz de quienes trabajan en el sector suelen contar otra historia.
Celebrar el Día Mundial del Turismo debería ser una oportunidad para mirar con franqueza la situación del país, reconocer las debilidades y abrir un camino distinto. No basta con repetir lo que dice la ONU o lo que se redacta en los informes ministeriales. El turismo, en Cuba, necesita menos consignas y más soluciones. Mientras eso no ocurra, estas fechas seguirán siendo más una postal propagandística que una verdadera ocasión de transformación.