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Por Eduardo Díaz Delgado ()

Las monedas tienen valor porque la gente confía en que con esa moneda puede comprar cosas reales: comida, ropa, servicios, casas, tecnología.

Una moneda vale porque detrás hay algo que la respalda: el trabajo de la gente y los bienes que produce un país.

Tener dinero debería ser lo mismo que tener acceso a una porción del esfuerzo colectivo. Si un país produce muchos bienes y servicios útiles (como arroz, autos, medicinas, turismo, tecnología…), y la gente trabaja y genera valor, su moneda vale más, porque hay respaldo real. Es como si cada billete fuera un «vale» por una parte del trabajo y la riqueza del país.

Un billete es una promesa de que podrás recibir algo útil a cambio, algo real. Lo recibes a cambio de tu trabajo y lo cambias por el trabajo de otro.

Por eso, si trabajas, si te pagan en la moneda de tu país, deberías poder comprar lo que se produce con ese mismo esfuerzo. Lo contrario no solo es absurdo: es humillante. Y esto debería ser fácil de entender]

¿Y qué pasa en Cuba?

En Cuba, el gobierno imprime una moneda que no acepta a cambio de los productos que controla. No te deja comprar con pesos cubanos lo que tú mismo ayudaste a producir. Y tampoco te permite cambiar esos pesos por una moneda que sí acepte. (Por eso terminas dejando de producir)

¿Qué significa eso?

Que para el Estado, tu trabajo no vale nada. Que tu salario es solo papel, sin derecho ni poder. Y que tú trabajas, pero no puedes acceder a lo que produces. Y si trabajas sin recibir nada real a cambio, eso tiene un nombre: esclavitud.

En resumen

Cuando un país no acepta su propia moneda, está reconociendo que ha vaciado de valor el trabajo de su gente.

Te pagan por obediencia, no por producir. Te dan billetes que no sirven ni para comprar un litro de aceite. Y todo lo que se logra con el sudor del pueblo, se reserva para el que venga de fuera con divisas.

Es como vivir en una casa donde cocinan con lo que tú ayudaste a sembrar, pero te dicen: “Esto no es para ti. Es para quien traiga algo mejor que tu trabajo.”

Así de claro. Así de cruel. Y así de triste.

En qué te transformas cuando pides ayuda para que los que trabajan en otro país paguen con su trabajo allá lo que tú no puedes pagar con el tuyo aquí… de eso hablamos después.

De que esto y la pésima distribución de recursos han frenado en seco la producción de lo poco que se hacía en Cuba… Mejor de eso no hablamos… por ahora.

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