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Por Manuel Viera ()
La Habana.- Un amigo me llamó hace unos días desde el exterior para que ayudara a su mamá a hacer un trámite en el Registro de la Propiedad. Ese trámite incluye presentar una planilla de la ONAT donde se declaren pagados los impuestos. Además, se debe evidenciar que no hay deudas con el fisco. O sea, el viernes en la mañana me dirigí con la señora de más de 70 años a la ONAT de Playa.
Llegamos y habían unas tres personas esperando al sol. El banco que pusieron para esperar está muy alejado de la puerta e igualmente le da sol. Aunque la ONAT es toda una casa con sala, con muebles y hasta etcétera, no permiten entrar a esperar. O sea, es afuera, como si tuviésemos alguna enfermedad contagiosa.
La señora antes de hacer la cola se acercó y dijo a lo que iba. Le informaron que debía hacer la cola y entregar una memoria flash para copiar el documento digital. Después tendría que imprimirlo para presentarlo en el Registro o en el banco.
Por suerte ella como señora siempre lista llevaba una memoria en la cartera así que marcó y esperó.
Media hora después, luego de un baño de sol, a las 10 de la mañana finalmente le llegó su turno y cuando entregó la memoria… ¡Buuum… se fue la electricidad! ¡Apagón!
Y, como en todas las oficinas públicas cubanas, no había respaldo de backup. Fue entonces que ocurrió lo verdaderamente desconcertante, impactante, ridículo y risible. La funcionaria, después de 30 minutos de cola, de un baño de sol y de tiempo perdido, le dijo a la anciana: «No se preocupe, no pasa nada. Usted cruza la calle y justo enfrente hay un particular que tiene las planillas ya impresas».
La señora cruzó la calle, pagó 100 pesos, y en menos de un minuto ya tenia la planilla en papel en sus manos.
¿Alguna lógica en todo esto?
Propongo que la ONAT de Playa ponga directamente un cartel que indique que las planillas impresas están disponibles. Sin cola, sin sol, sin estar de pie 30 minutos, sin la amargada cara de un funcionario descontento. Sin importar si hay o no electricidad, se pueden comprar en la acera de enfrente por el mismo precio que te costará imprimirla una vez que salgas de la oficina.