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Por Jorge L. León ()

Houston.- Cuba vive una tragedia silenciosa y estremecedora: cada día más de cien cubanos mueren sin atención digna, abandonados en pasillos, en camillas improvisadas o directamente en el suelo.

No hay camas, no hay analgésicos, no hay termómetros, no hay manos suficientes… y, sobre todo, no hay un Estado que valore la vida de su gente.

La enfermedad, que debería ser un momento de solidaridad y cuidados, se convierte en una sentencia irreversible para ancianos, adultos y jóvenes que llegan a un sistema de salud derrumbado, sin recursos y sin esperanza.

Esta realidad, ocultada por un régimen que vive de consignas vacías, es la evidencia brutal de un país que ha dejado de proteger a sus hijos.

Ante esta hecatombe moral y humana, no podemos callar. Cada muerte sin remedio es un recordatorio de lo que el comunismo podrido ha sembrado: desamparo, indiferencia y desprecio por la dignidad humana.

Nuestro pueblo se está extinguiendo entre la miseria, la falta de medicamentos y el abandono absoluto.

Hagamos algo ahora, antes de que Cuba se desangre sin retorno.

La historia nos exige romper el silencio, unir nuestras voces y denunciar esta tragedia que amenaza con devorar la vida misma de la nación.

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