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Por David Esteban Baró ()

La Habana.- Bienvenidos al circo socialista más lucrativo del Caribe, donde el único partido que importa es el de los que cuentan billetes verdes y los valores revolucionarios se arrugan más rápido que un peso cubano en la ventanilla del banco.

En esta entrega de “¿Dónde están mis dólares, compay?”, presentamos a los nuevos protagonistas del eterno sainete: médicos esclavos de bata blanca, exportados como si fueran azúcar, tabaco o ron, por cortesía de la Corporación Antillana Exportadora S.A. (ANTEX), sucursal de GAESA, ese silencioso conglomerado militar que administra y gobierna Cuba.

Después de años sudando bajo el sol africano, los galenos se enteran, con la ternura del que recibe una puñalada por la espalda, que el salario prometido en dólares no lo verán en billetes, sino en una Tarjeta Clásica.

Sí, clásica como la estafa. Ellos soñaban con llegar a la isla y decir: “al fin, mi dinero”. Pero en el Banco Popular de Ahorro les dirán: “¿Dólares? ¡Qué clase de relajo tú traes! Aquí lo que hay es CUC emocional y promesas revolucionarias”.

ANTEX roba, que es como si robara GAESA

Y es que al parecer la financiera no tiene liquidez. ¡Vaya! Pero qué curioso: ANTEX sí cobró cada dólar en Luanda. Ah, pero entregarlos en Angola, a los médicos que los generaron, eso no. ¿Por qué hacer algo tan lógico, tan humano, tan legal? No. Mejor enviar ese dinero a Cuba, para que se evapore con más eficiencia entre decretos, comisiones, y «gastos operativos» que solo entienden los contadores de GAESA y los burócratas del desastre.

Una doctora anónima lo dijo todo: “¿Por qué tú mandas el dinero mío para Cuba? ¿Si en Cuba el dinero no me lo puedes dar, para qué lo mandas, por qué no me lo das a mí?”

Porque, compatriota, el sistema no quiere que tú cobres: quiere que tú aguantes, te calles, y agradezcas. El dólar que tú generas, el Gobierno lo huele desde La Rampa hasta Punto Cero y se le eriza la piel de codicia. El dólar es el nuevo Dios, la nueva ideología, la nueva meta de la revolución eterna.

Hoy, Cuba no es una nación: es un peaje con bandera. Un negocio sin principios, en el cual la palabra “Contrato” es tan decorativa como el mármol de una plaza vacía.

El Gobierno rompe acuerdos, ignora la Constitución y pasa por encima de sus ciudadanos como un tractor sobre caña podrida, todo por quedarse con “la moneda del imperio”, esa que tanto se critica en los discursos, pero que se ama con desesperación en las cuentas bancarias del clan.

Realmente, mientras tú sanas bajo dudoso “contrato de cooperación y solidaridad”, ellos se enriquecen. Mientras tú esperas tu salario, ellos te venden moral en MN. Y mientras tú creías que servías a la patria, ellos te usan como cajero automático humano. Pero tranquilo, camarada: aún te queda la Tarjeta Clásica. Clásica como la traición.

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