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CUBA: LA EXPLOTACIÓN DEL HOMBRE POR EL ESTADO

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Por Rolando Feitó ()

Novosibirsk.- Cada vez que cambio los neumáticos de verano por los de invierno, o viceversa, siempre recuerdo a mi abuelo Serafín, que tenía un garaje con gasolinera en la calle Cuba (7 de diciembre), en Santa Clara, Cuba. Y lo recuerdo, entre otras cosas, porque veo como ha cambiado la tecnología en este trabajo que conozco desde niño.

A mi abuelo le intervinieron su pequeño negocio cuando yo tenía 8 años, por eso recuerdo bien a los cuatro colegas que trabajaban con él, cómo desmontaban las cámaras de las llantas, cómo ‘cogían’ el ponche o arreglaban algún problema del carburador a los coches de sus clientes.

Por estos días, al cambiar los neumáticos del coche, recordé a mi abuelo diciéndome: Roly un día llegaron tres funcionarios aquí, a mi casa, y me dijeron que intervenían mi negocio porque yo «estaba explotando al pueblo».

Y luego me contó que las cuatro personas que trabajaban con él cobraban más de 100 pesos cada día (un salario alto para la media de aquella época) y que jamás volvieron a ganar trabajando para el Estado.

Mi abuelo Serafín no era rico. Era una persona humilde con un trabajo que daba empleo decoroso a otras cuatro personas con sus familias. Él nunca entendió aquello y menos hubiera entendido que hoy, al cabo de tanto tiempo, su negocio clasificaría como microempresa en las MIPYME que se constituyen como actores económicos con personalidad jurídica para ayudar al desarrollo económico del país que tanto lo necesita hoy, como ayer y antes de ayer también lo necesitó.

El estado pensó que cambiando la explotación del hombre por hombre por la explotación del hombre por el estado se iba a hacer justicia, pero algo falló, la gente no vivió ni vive mejor, la gente hoy vive peor, por más vueltas y argumentos que se busquen.

 

, por más vueltas y argumentos que se busquen.

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