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CUANDO ME VAYA DE CUBA, UN POCO DE MÍ MORIRÁ

SE ESTÁN ACABANDO LOS FUMADORES EN CUBA

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Por Fernando Miranda ()
La Habana.- Dijeron los que gobiernan, en su información a la población a través de los medios, que el ya ex vice primer ministro Jorge Luis Perdomo Di-Lella fue apartado del cargo por errores. Lo dijeron así, sin más, como si el lector fuera un tonto y cuando el vecino se pare en el balcón contiguo y le pregunté que pasó, este responda que se la arrancaron por errores.
¿Por errores? Por errores no quitan a nadie de su puesto en Cuba. Errores a montones han cometido todos desde el mismo 1959 y los pasaron una y otra vez de largo. Por equivocarse no castiga a ninguno de sus hombres el castrismo. Si hablamos de fidelidad, ya es otra cosa.
El difunto Juan Almeida, en sus últimos días de vida, recibió la visita de Pedro Sáez, que era una de sus protegidos y que estaba enredado en aquel escándalo con un tal Conrado Hernández, en Matanzas, por el que mandaron al olvido a Carlos Lage, Felipe Pérez Roque y Fernando Remirez de Estenoz, tres piezas importantes del castrismo hace casi dos décadas.
Almeida, que era hombre de confianza de Fidel Castro, su guardaespaldas en todas partes y uno de sus más fieles seguidores, había intercedido por Sáez, porque le caía bien. Y ese día le repitió una frase que ya le había dicho en alguna ocasión: “se puede hacer cualquier cosa, pero no se puede engañar a Fidel y a Raúl. Nunca olvides eso”.
Sáez conocía muy bien los intringulis del poder. Llevaba mucho tiempo viviendo de hacerle el juego a los Castro. Esquivaba a Raúl, quien lo llevaba recio siempre y se dejaba querer por el hermano mayor, más preocupado por lo que pasaba en el mundo que por el hambre de los de abajo.
Almeida salvó a Sáez esa vez, pero el viejo guerrillero estaba en las últimas, murió, y a la primera que hizo Sáez lo golpearon por el trasero y lo mandaron al olvido absoluto. Ya ni fotos de él se encuentran en internet. Ni Almeida lo salvo, no por los errores, sino porque no fue leal. Y eso mismo le ha pasado a muchos otros, que se han ido por falta de lealtad.
A Roberto Robaina le espiaba Raúl Castro todo. Nunca confió en él y le tenía la casa, el auto, la oficina, llena de micrófonos para grabarle todo. Y lo trabó y lo sacó de escena. Habló Robaina con Miguel Ángel Moratinos y no dijo nada cuando el canciller español le comentó, por teléfono, que su hombre en Cuba era él. Crasso error. No fue leal y lo desaparecieron. Y para colmo, le dijeron que no podía salir de Cuba, que no intentara sacar un pasaporte y que no lo hiciera clandestino porque le iban a disparar.
Otros, también cercanos a la cúpula, cometieron sus dislates, pero los Castro y sus perros de presa solo los removieron, les regalaron carros para comprar su silencio, y hasta les permitieron marcharse al extranjero después, como sucede con Juan Antonio Díaz, Manuel Menéndez Castellanos e Iván Ordaz Curbelo, todos secretarios del partido en provincias y que ahora viven fuera de Cuba.
Marino Murillo se equivocó muchas veces. Erró en el contenido y la forma. Se convirtió en abanderado de una supuesta reforma económica que nunca llegó a puerto y lo apartaron, pero lo colocaron al frente de la empresa más rentable de Cuba después de GAESA y ETECSA, la del tabaco. Y allí, con recursos casi ilimitados, sigue dándose la buena vida de siempre.
Mi colega Jorge Sotero, cree, según un artículo suyo acá, que a Jorge Luis Perdomo Di-Lella lo quitaron de vice primer ministro porque había que sacrificar a alguien para que el pueblo tuviera, al menos, un tema de conversación que no fuera la crisis por los apagones y la dura situación que se vive en Guantánamo, y que puede provocar un estallido social. Y puede ser.
Sin embargo, creo que a Perdomo se le fue la mano en alguna cosa, en algo que va más allá de los “errores” de los cuales habla la nota de prensa sobre su destitución. Se creyó que podía empoderar a los hermanos, convertirlos en empresarios poderosos, en pudientes hombres de negocio fuera del amparo obligatorio que debe tener todo el que haga algo en Cuba.
En los próximos días irán saliendo cositas sobre el ex vice premier, un hombre que hasta hace muy poco gozaba de la más absoluta confianza de Díaz-Canel, aunque el entorno cercano a Raúl Castro siempre le tuvo su ojeriza. Saldrán cosas y sabremos más, pero Perdomo Di-Lella no fue apartado solo por errores. Esa historia es más larga y está mal contada.