Por Joel Fonte
Miami.- El castrismo es para los cubanos lo que en su momento simbolizó el Muro de Berlín para los alemanes: una cárcel.
Tras quedar fragmentada en cuatro zonas, la Alemania ocupada tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, en virtud del Acuerdo de Postdam entre las potencias aliadas, queda finalmente dividida en dos países que representaban los dos bloques mundiales: La República Federal de Alemania (RFA) y la República Democrática Alemana (RDA), esta última bajo el control soviético.
La vida económica y en todos los órdenes fue extremadamente dura en la RDA. Los soviéticos literalmente saquearon todo el parque industrial de esa parte oriental llevándolo a Rusia, e iniciaron un proceso de estatización y centralización de la economía, con fijación de precios y determinación de planes productivos a las empresas estatales, propios de la era soviética.
Tales medidas determinaron un estancamiento dramático del crecimiento económico, la agudización de la pobreza, y un éxodo masivo de la población hacia la Alemania occidental, principalmente de jóvenes en edad laboral, altamente calificados, el cual alcanzó casi los cuatro millones para 1960. Todos estás medidas provocaron una reducción alarmante de bienes de consumo, subidas de precios y el aumento del hambre. Entonces, las huelgas obreras y de la población en general comenzaron a generalizarse.
En 1961, en ese contexto, y por mandato de Moscú, la Alemania bajo el control soviético inicia la construcción del Muro de Berlín, para retener el éxodo y fortalecer el control del verdadero poder sobre la nación Alemana oriental: la STASI.
Poco después, en 1963, y ante la inevitabilidad dada por la presión popular y la necesidad de mostrar una imagen sólida ante las economías capitalistas de occidente, los soviéticos aprueban también un programa de reformas económicas para supuestamente liberalizar la economía, descentralizando parcialmente el mercado.
Ello creó una nueva élite económica y política.
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