
CUBA, EL ORIGEN DE LAS DISTORSIONES
Por Joel Fonte ()
La Habana.- Las verdaderas «desviaciones», las «distorsiones», son la existencia de canallas que desde el Poder parasitan la vida de los cubanos.
Aún era un adolescente cuando a finales de los 80 el omnipotente Fidel Castro, ya convertido en Mesías -gracias a la fiera propaganda que por casi tres décadas había articulado él mismo, en especial en torno a su propia imagen- , comenzaba a esgrimir y aguijonear a un pueblo ingenuo y aislado del mundo con su nuevo eufemismo político en forma de slogan publicitario: «el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas».
Solo unos dos años antes, en el otro lado del mundo, la Unión Soviética había iniciado e impulsado con la llegada de Mijail Gorvachov al cargo de secretario general del PCUS, los procesos de apertura económica y liberalización de los medios de prensa, -glasnov y perestroika- que desembocarían en la pérdida del férreo control que el partido comunista ejercía sobre el pueblo, en el conocimiento por las masas de los múltiples y graves hechos de asesinato, corrupción y otros cometidos por Stalin y muchos de los idolatrados líderes marxistas-leninistas, en la separación de una república tras otra de la Unión, con el simbolismo de la caida del Muro de Berlín, y finalmente en la declaración formal de la disolución de la URSS en la Navidad del año 1991, por el propio Gorvachov.
La propaganda castrista construyó entonces el discurso manipulador de que Fidel Castro se adelantaba a la caída del bloque socialista, cuando lo que hacía no era más que arreciar su campaña para justificar su ineptitud como líder para impulsar una economía independiente y sólida, y multiplicar el culto a su personalidad para enfrentarse a los años 90 manteniéndose en el Poder al costo de un enorme sufrimiento para los cubanos.
Es el mismo sufrimiento, el mismo dolor que se recicla por etapas, pero que persiste en la vida de millones de seres humanos que hemos sido víctimas de una dictadura enferma, retorcida, gestada por una mente igual.
En esos largos años, el eufemismo de antes fue sustituido por otro: «período especial».
Significaba obligar al martirio a esos millones de esclavos para sostener los privilegios de un grupo, de un apellido.
Y así… de consigna en consigna, cada cual más infame, llegamos a la «resistencia creativa» de un Díaz-Canel cuya función esencial ha sido la de ser receptor de todo el odio y el desprecio de un pueblo ya muy cansado, demasiado exhausto; pasamos por un «reordenamiento» que nada hizo más que multiplicar el caos económico y social que ha sido el sello distintivo de la dictadura castrista, y finalmente ahora nos recitan a coro la «necesidad de corregir desviaciones y distorsiones»…
Los que nos invitan a luchar, a rectificar, a corregir, son los mismos delincuentes que han acabado con el país, con esa economía y esa sociedad que ahora pretenden sanar de la noche a la mañana con consignas que dan náuseas.
Son los mismos que, mientras nos exhortan -otra vez más- al eterno sacrificio, siguen engordando sus vientres, sus bolsillos, y alistando su huida, «…pa’ por si acaso…».
Un Hombre que no se atreve a decir lo que piensa, no es un Hombre honrado. Basta de tolerar injusticias. No más temor. No más dictadura en Cuba.