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Por Oscar Durán
La Habana.- El Consejo de Ministros cubano acaba de soltar otra función del circo legislativo en el que se ha convertido este país. En sesión extraordinaria —y extraordinaria no por su eficacia, sino por su capacidad de decir mucho y hacer poco— se aprobaron cuatro anteproyectos de ley que, según sus impulsores, marcan el “inicio de una nueva era jurídica”. Mentira. Aquí no hay inicio ni hay era. Lo que hay es el mismo pan con tortilla, pero ahora con barniz constitucional.
El primero: una ley para el Sistema Deportivo Cubano. Dicen que será moderna, inclusiva y robusta. Lo dijo Osvaldo Vento, el presidente del INDER, que de deporte sabrá, pero de país parece no tener ni idea. El mismo INDER que ha perdido atletas a ritmo de estampida, que no puede garantizar ni pelotas para jugar en las escuelas, ahora sueña con leyes modernas. ¿Con qué recursos? ¿Con qué estructura? ¿Con qué país?
Segundo acto: el Régimen General de Contravenciones y Sanciones Administrativas. Según el ministro de Justicia, Oscar Silvera, esta ley es urgente porque hay una “dispersión legislativa” y un “desconocimiento general”. Lo que no dice Silvera es que ese desconocimiento lo sembraron ellos mismos a fuerza de decretazos y represión sin ton ni son. Regularán las contravenciones, sí, pero sin garantías reales, sin jueces independientes, y con los mismos segurosos dispuestos a sancionarte por respirar mal o tener un cartelito que diga “Patria y Vida”.
Tercer número del show: el Registro Civil. Dicen que lo van a modernizar, que será más eficiente. La pregunta es si también van a dejar de esconder los datos de fallecidos en protestas, de nacimientos en condiciones precarias, de desapariciones que no se registran porque no convienen al discurso oficial. ¿Qué institucionalidad pueden fortalecer cuando la mentira es el cimiento del sistema?
Y cerramos con broche de cinismo: el Código de la Niñez, Adolescencia y Juventudes. Una joya, según la ministra de Educación, Naima Trujillo. Un código que promueve el derecho a la vida, al desarrollo, a la participación. Palabras bonitas en un país donde los niños se desmayan en las escuelas porque no hay comida, donde los jóvenes solo participan en marchas obligadas o se lanzan al mar. Un país donde los adolescentes tienen dos caminos: ser militantes o ser apátridas.
Pero como si esto no fuera suficiente, también aprobaron la candidatura del Geoparque Viñales a la Unesco. Es decir, mientras el país se cae a pedazos, la dictadura anda preocupada por geoparques y planes urbanísticos para Santiago de Cuba. ¿Será que ahora también quieren maquillar la miseria con paisajes protegidos?
Esto no es una agenda legislativa. Es una puesta en escena. Un teatro barato donde todos los actores repiten el mismo libreto de hace 60 años, sin importar cuántas veces se les haya venido abajo el escenario. Aprueban leyes para fingir reformas, para demostrarle al mundo que “se están moviendo”, cuando en realidad lo único que se mueve en Cuba es la gente que se va o que protesta.
Cuba no necesita más leyes de papel. Necesita una justicia que funcione, una economía que respire y un gobierno que no legisle para su conveniencia sino para la dignidad del pueblo. Hasta que eso no ocurra, seguirán aprobando anteproyectos inútiles, escribiendo códigos sin alma y firmando planes urbanísticos en ciudades que ya ni luz tienen para leerlos.