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CUANDO ME VAYA DE CUBA, UN POCO DE MÍ MORIRÁ

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Por Manuel Viera ()

La Habana.- Alguien me dijo hace unos días que yo era como un árbol afincado en la tierra por raíces profundas. Y sí, tiene toda la razón, no lo puedo negar: a Cuba me unen raíces que me cuesta mucho arrancar.

No sé si soy un bicho raro, pero he llegado a entender a muchos de los hombres de nuestra historia: llevo muy adentro eso de sentirme cubano y me cuesta muchísimo salir de mi tierra.

He estado fuera de ella y siempre regresé, incluso cuando uno que otro militante que me acompañaba no hizo el viaje de regreso.

Tengo que confesarles que cuando viene alguien a ver la casa, es mi esposa quien se encarga de todo. Ella es quien está encargada de vender toda mi vida. En ese momento me voy al garaje y me encierro dentro del carro, allí encerrado y oscuro espero que pase el tiempo. No tengo el valor de negociar mi vida. De vender las cosas por las que tanto he luchado. He tomado la decisión de salir de Cuba, pero estoy haciendo algo que tengo que hacer, pero no algo que quiero hacer.

De Cuba nos obligan a salir los que se han adueñado de ella. Los que imponen su doctrina y su política sin derechos. Nos obligan a ser desterrados, a extrañar el sol, a soñar con las playas desde lejos, a añorar nuestra infancia, a llorar a nuestras familias.

Tendríamos que tomar conciencia todos de una vez de que eso no es lo que queremos. De que Cuba no es de nadie y de que tenemos derecho a no vivir lejos de ella.

Tendré que irme por el egoísmo de unos pocos y por la cobardía de muchos, y ahí me incluyo.

Me iré, pero ese día, un poco… un poco no, bastante, ¡moriré por dentro!

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