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Por Arnoldo Fernández ()
Contramaestre.- Los gatos de mi barrio desaparecen de la noche a la mañana. No dejan rastro alguno. No aparecen ni vivos, ni muertos. Es muy extraño, la mayoría de los que no vuelven a casa tenían una estampa cuidada.
Dicen que los borrachitos del Túnel los cogen en trampas y luego se los comen. Dicen que cuando están bajo el humo el gato sabe a conejo.
Los gatos de mi barrio seguirán desapareciendo hasta un día que alguien tenga pruebas que incriminen a los borrachitos del Túnel, entonces la cosa se pondrá bien fea, porque si la ley no hace nada, no quedará otra opción que usar la «ley matojera.»
Ojalá y los borrachitos lean esto, ojalá y comprendan que no tienen derecho alguno a matar animales de compañía para saciar su hambre.
Duele el niño, el abuelo, el hombre, la mujer, que espera cada noche o al amanecer a su gato y nunca más vuelve. Duele imaginar lo que pasó.
Dicen que son los borrachitos, seres tristes a los que nada importa, ni comer una mascota, no les importa de quien sea, en la supervivencia todo cuenta y los borrachitos lo tienen muy claro.
Hay una justicia divina que caerá sobre ellos tarde o temprano, pero también el karma volverá, de eso no tengo duda. También, en algún momento, alguien descubrirá donde entierran los restos de sus víctimas, entonces asomará una ira que barrerá a los borrachitos de la faz de la tierra.