
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Ulises Aquino ()
La Habana.- Ausente he estado de las redes sociales porque he sentido la desesperación de los amigos ante la situación que están viviendo. Por eso he preferido hacer silencio en estas circunstancias.
He sentido la tristeza como colma a gente maravillosa. También el llanto de varias amigas. Amigas que han sido siempre alegres, comunicativas y perseverantes.
Lo increíblemente triste es que se acaba la vida. No puedo imaginar que sensación provoca en los encargados de solucionar la existencia de millones de personas una situación tan dramática como la que está viviendo el pueblo.
No es posible que nuestra condena sea perpetua, que sea para siempre. Son muchos años de miserias de necesidades que dejan profundas huellas en todo el pueblo.
Este momento tenía que llegar porque nunca desenredaron la madeja, porque no se atrevieron al necesario cambio. Porque la economía de una nación no es una partida ideológica ni una confrontación política.
Porque tanto tiempo de miseria conduce a un profundo desgaste y a la negación de todo.
Nada justifica el llanto de los niños ni el lamento de nuestros viejos por hambre, ni vivir dentro de la basura, y respirar el terrible olor de la pudrición y la destrucción.
La gente está agotada, y será muy difícil que vuelvan a confiar. Cuando los escucho infiero que no pueden más, que no quieren más.
Sin una economía robusta y la libertad total de emprendimiento individual y colectivo, será imposible salir de este agudo marasmo.
No pueden inventar más consignas, ni exprimir más la resistencia de todos.
El momento es de saltar por encima de la montaña de dogmas y repensar un nuevo país. Antes de que desaparezca nuestra identidad para siempre y tengamos que importar otras.
Lo poco que va quedando se desploma, con ello la voluntad y el deseo de quienes escogieron su tierra para vivir por siempre. Lo siento mucho, lo sufro mucho.