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Por Sor Nadieska Almeida ()

Bejucal.- Llevo días guardando un silencio que me ha permitido confirmar la necesidad de saber callar y encontrar a la vez el momento de expresar lo que me habita tan adentro y que no puede ser silenciado por ningún tipo de imposición.

Muchos sentimientos encontrados tengo en el alma. Ha sido fuerte intentar dejar que reposen y no juzgar, sin embargo, hay verdades que no podemos ocultar. Es como la luz, su ausencia nos lleva a sentir con mucha fuerza la necesidad de tenerla. Así vivo hoy.

Hace unos días, en el hogar de ancianos donde entrego mi vida día a día junto a mis hermanas y colaboradores, tuvimos una visita de parte del gobierno, que es obligatoria por la subvención que es entregada a todos los hogares de ancianos y hospitales. No me opongo, es simple, no hay nada que ocultar y sí mucho que expresar, pues los ancianos también están sufriendo las penurias por las que atraviesa el país, con el agravante de que a muchos les falta el calor humano de su familia, ese que no sustituye nadie.

Esas visitas al menos sirven para decir a alguien verdades, sin miedo, de frente y con respeto, aunque como acontece generalmente, nada se resuelve. En dicha visita nos pidieron hacernos una foto y accedí. Unos días después recibo la sorpresa de que, sin permiso, la habían subido a las redes con la siguiente narrativa: “Juntos por un ideal revolucionario”, lo que me causó mucha molestia, como es de esperar.

¿Cómo creerles… confiar?

Yo estoy entregando mi vida por una sola persona: Jesucristo. Su proyecto encantó y dio sentido a mi vida hace casi 33 años. No trabajo por algo que no creo. No creo, no espero, no veo nada valioso en la revolución. Tantas mentiras, tantas maneras de aplastar a mi pueblo, tantas promesas tan engañosas. ¿Cómo puedo creer en un proyecto que sigue cobrando la vida de los jóvenes que van obligados al servicio militar? ¿Cómo creerles cuando quieren callar el llanto por hambre de nuestros niños y ancianos?

¿O cómo creerles cuando nos vuelven a hundir en el aislamiento, la desconexión, cuando desvergonzadamente nos mienten y vuelven a insultar la inteligencia de todo un pueblo con tarifas inalcanzables para muchos? ¿Cómo esperan que trabajemos juntos si son capaces de amenazar con quitar la subvención si alguien disiente? ¿Cómo creer en este momento en que nuestros jóvenes estudiantes están siendo amenazados por reclamar sus derechos y los del pueblo?

No, no es la revolución un ideal. Es un fracaso, es una guillotina que nos va matando año tras año, es un circo donde puedes ser una marioneta que después será guardada en un baúl miserable porque ya te exprimieron hasta lo último de tu energía.

Por nuestras calles vemos caminando a tantos combatientes que dicen con dolor: “luché por esto y me han abandonado”. No se atreven ni a pronunciar el nombre. ¿Qué podemos esperar? Un proyecto que nos va llevando cada vez más a la miseria: oscuridad casi permanente, carbón, muerte lenta, sufrimiento y desesperación.

El apoyo de la fe

Suena triste, pesimista, sin embargo, les dejo lo que más me ayuda desde mi fe, la palabra de quien cambió la historia con su vida, el gran maestro de Nazaret, que solo hizo uso de su amor al Padre y a la humanidad, Dios que sigue saliendo al encuentro de su pueblo y que nos hace una promesa: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos” (Mt 28, 20). Porque esto es certeza en mi vida diaria, los animo a buscar esa compañía. Es momento de confiar, de no callar, de agarrarse con fuerza a la mano de este fiel y eterno Amigo y decir de frente: Yo creo que Tú, y solo Tú, tienes palabras de vida, de esperanza.

Con respeto a los que siguen creyendo en el proyecto de revolución, descubran que toda la involución de estos casi 66 años debería llevarlos a pensar que ya es hora de dejar que sean otros los que propongan un verdadero estado de democracia, de justicia, de derechos. Créanme, la noche nos pesa lo suficiente como para tener el coraje mambí y decirles de una buena vez que la noche no será eterna, como decía Osvaldo Payá.

En este mes que comienza y celebraremos la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, confío en que ese latir sea nuestra fuerza para vivir como pueblo en torno al Dios que nada hará sin nosotros. Que sea Su bendición nuestro amparo.

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